Pim y Putt, hermana y hermano respectivamente, son dos mellizos que viven con su madre y un gato. Un día, de regreso a casa, la madre sufre un accidente y queda en coma. Entonces el abuelo de los jóvenes los lleva a vivir a su casa, donde compartirán techo también con su abuela, que tiene demencia. A poco de llegar descubren un agujero en la pared, que solo Pim y Putt ven. Al mirar por él descubren una serie de eventos horribles que podrían estar vinculados con oscuros eventos familiares.
Esta película de terror tailandesa parece una combinación de cine americano y oriental, aprovechando un poco de cada mundo. Aunque no logre ir más allá de la medianía, sostiene el suspenso y sabe cómo contar una historia dura y terrorífica con oficio. Tiene algunos momentos muy logrados y otros muy rutinarios, pero estéticamente está muy cuidada y en un género con tantos exponentes malos, este título consigue no caer en los peores defectos. No es tampoco una novedad el tema del terror y los ancianos, algo que parece haber puesto de moda en estos años. Aunque parezca algo menor, el ser tailandesa le aporta algunos detalles culturales y cinematográficos que, en un género adocenado, le dan pequeños chispazos de originalidad e interés.