La historia de la película comienza cuando el hijo de la directora decide hacer su Barmitzva. Lo curioso es que él nunca tuvo que ver con la religión judía. Su familia nunca se definió como judía y no hay rastros de judaísmo en su educación. Sin embargo, la decisión de su hijo la hace preguntarse sobre sus orígenes. Cómo toda gran historia, el comienzo es un enigma sorpresivo que lanza la acción hacia adelante.
Así la realizadora comienza una búsqueda de la historia familiar y descubre que la identidad judía atravesó profundamente sus vidas. Revisa los álbumes de fotos y las películas 8 mm donde aparecen las imágenes de principio de
Ochenta años más tarde, después de varias migraciones y exilios de la familia por todo el mundo, la directora decide volver a Alemania para conocer la casa de su abuela en la calle Wannsee, a pocos metros donde se decretó la Solución Final para todos los judíos de Europa.
No hay historia más apasionante que la de la búsqueda de la identidad, las respuestas que están dispersas a lo largo de varias generaciones, en distintos países, con diferentes contextos. La película los une y posee una humanidad que conmueve en cada escena.