La dama desaparece es, junto con Los 39 escalones, el título más popular de la etapa británica de Alfred Hitchcock. Resume a la perfección gran cantidad de elementos fundamentales de su cine y, por supuesto, es uno de los grandes clásicos de todos los tiempos. Inspiró una remake y muchos films se basaron, sin decirlo, en esta misma historia. Estrenada en 1938, la película hoy tiene una vigencia sorprendente. Para muchos de los que participaron en ella fue un antes y un después, y para el director uno de los espaldarazos fundamentales para comenzar su carrera en Hollywood.
En un tren que se dirige a Inglaterra, un grupo de viajeros es retrasado por una avalancha. Encerrada en un hotel en un país europeo ficticio, la joven Iris (Margaret Lockwood), en su último viaje antes de casarse, se hace amiga de la anciana señorita Froy (Dame May Whitty). Al mismo tiempo, Iris se pelea con otro vecino de hotel, Gilbert (Michael Redgrave), un joven que está estudiando la música del lugar y produce ruidos insufribles en su cuarto cuando hace bailar a unos lugareños. La pelea entre ambos es el prólogo de la clásica pareja hitchcockiana. Pero no son los únicos en el hotel, también están los futuros pasajeros del tren, y entre ellos dos amigos ingleses cuyo único interés es el cricket y están obsesionados con unos partidos que se están desarrollando en su país. Charters y Caldicott, interpretados por Basil Radford y Naunton Wayne, respectivamente, son un show dentro de la película, a punto tal que este fue el comienzo de un extenso trabajo como dúo, en varios casos usando los mismos personajes. Son personajes cómicos y son claves para el desarrollo de la historia. Son muy pocos los films de Alfred Hitchcock en los que el humor no es importante. Acá entre estos dos personajes y la pareja protagónica, la película de suspenso tiene muchos grandes momentos de comedia.
Antes de que estos personajes suban al tren, alguien intenta atentar contra la vida de la señorita Froy tirando una maceta de un balcón, pero esta golpea a Iris. A pesar del incidente, el tren está por partir y suben. Charlan en el tren y todo parece en orden, hasta que al despertar luego de dormir un rato, Iris no encuentra a Froy y nadie en el tren dice haberla visto ni conocerla. La dama no solo desaparece, la pobre Iris parece ser la única que la ha visto subir y estar en el viaje. Gilbert, en parte porque se siente atraído por Iris, intentará ayudarla aunque parece un delirio su historia. A favor de la protagonista, lo cierto es que la fauna variopinta que conforma el pasaje es bastante sospechosa. El doctor Hartz (Paul Lukas) le explica que es posible que se trate de una consecuencia por el golpe en la cabeza. Pero acá hay algo importante: Los espectadores vimos a la señorita Froy y también sabemos que los demás la han visto. Algo está pasando.
La pregunta de la película, llevando al límite la paranoia de Hitchcock es, ¿Hay una gran conspiración o solo son una serie de casualidades lo que lleva a que todos jueguen en contra de Iris? La respuesta no es tranquilizadora: las dos cosas. Es obvio que hay una conspiración, pero esta se ve potenciada por elementos mezquinos y personales. Los mencionados fanáticos del cricket y una pareja de amantes tienen motivos suficientes para mentir u ocultar información. Todo mezclado da un cóctel explosivo. Alfred Hitchcock en estado puro. Y para que sea más auténticamente una obra del director, todo transcurre en un tren, como bien le gusta a él y como lo ha hecho en varios films claves de su extensa obra.
La dama desaparece es una de las “intrigas internacionales” que tanto disfrutaba hacer el director. Una trama política combinada con una historia de amor, en este caso. Los británicos deben enfrentarse a una fuerza malvada que no se identifica claramente pero que en la intención del director eran básicamente los alemanes. Pero al mismo tiempo es la historia de una joven que va a terminar con su felicidad porque está yendo rumbo a su casamiento. No hay felicidad en Iris cuando con sus amigas en el hotel se despide de la vida de soltera. Toda la historia de aventura, riesgo y suspenso es una gran despedida de la vida con emoción. Todo el camino para darse cuenta que no quiere casarse, que quiere algo distinto. Cuando Froy le dice su nombre Iris replica: ¿Freud? Se sabe que a Alfred Hitchcock el psicoanálisis le divertía mucho como elemento de su cine. Y como también es común para el director, la pareja que se forma en aventura es la pareja que siempre confía, a diferencia del matrimonio, donde siempre lo que prima es la desconfianza.
Alfred Hitchcock demuestra aquí una eficiencia narrativa deslumbrante. Desde las primeras escenas humorísticas del comienzo a la narración de suspenso del núcleo de film, cada momento es interesante y entretenido, cada situación tiene encanto e interés. Varios hallazgos técnicos sostienen las escenas de acción y las vueltas de tuerca resultan divertidas, aun cuando uno haya visto muchas veces el film. Todo lo que el director aprendió en la primera década como realizador está reunido acá, a la vez que gran parte de lo que haría en el futuro también está presente. Imprescindible para los admiradores de Hitchcock, pero también para cualquiera que quiera pasar un buen rato con una comedia de acción que se mantiene impecable.