Mónica no realizó unos pagos de un cliente de la oficina en la que trabaja. Los quince mil pesos que faltan no solo la comprometen a ella sino también a un compañero, que es quien descubre la falta. Parece que no es la primera vez, pero el compañero, a pesar del enojo, conserva el silencio y vuelve a creerle: Mónica se compromete a reponer la suma de dinero a la mañana siguiente.
El guión de esta historia no es algo novedoso porque justamente la idea de un tiempo limitado para enmendar una falta es uno de los conflictos más interesantes que pueda dar una buena película. Desde lo más simple a lo más complejo, diferentes cineastas han pasado por estas estructuras.
En un tono más clásico de lo habitual para su cine, el director Gustavo Fontán hace una recorrido nocturna con su protagonista. Lejos de cualquier heroísmo, el personaje que lleva adelante la trama tiene a un alrededor un aura de oscuridad cercana a personajes como los de Taxi Driver, que transitan la noche por un mundo desconocido para la mayoría de las personas.
Más narrativa que las otras películas de Fontán, La deuda igualmente es acética y minimalista. Con diálogos exactos y largas escenas sobrias y sin estridencias. A pesar de los cambios en su cine, el realizador sigue siendo leal a sí mismo.