Netflix lidera el servicio de streaming y es fácil observar que busca ofrecer productos para los espectadores de diferentes gustos o estilos. La serie documental La era samurái: La batalla por Japón (Age of Samurai: Battle for Japan) es un ejemplo claro de esto. En un estilo muy parecido al de las producciones que habitualmente vemos en History Channel, esta serie realiza una elegante combinación entre documental y recreación que convierte a una serie histórica en una apasionante saga medieval.
Los seis episodios describen el período de la historia japonesa conocido como Azuchi-Momoyama, que vino después del período Sengoku y antes del período Edo. Las acciones ocurren en las últimas décadas del siglo XVI y los primeros años del siglo XVII. La primera figura que brilla en ese período es la de Oda Nobunaga y la serie narra los años turbulentos de Japón mientras crecía su poder. Con un grupo grande de historiadores analizando cada evento, la serie se vuelve exhaustiva pero sin perder el drama.
Los testimonios están filmados todos de la misma manera: a dos cámaras como mucho, siempre en tomas fijas. No todos los historiadores aparecen en diferentes tomas, algunos solo están tomados de frente. Pero todos están en blanco y negro con un fondo negro total, sin contexto ni nada. Esto resulta particularmente elegante y sobrio, a la vez que nos permite concentrarnos en los que dicen y nada más. Al estar todos unificados, la estética del documental tiene tres líneas principales. Los testimonios, los mapas bellamente ilustrados y animados con la voz en off del famoso actor japonés-canadiense Hiro Kanagawa y las recreaciones, que merecen un análisis aparte.
El documental no tiene el presupuesto ni las ambiciones estéticas de un film de ficción, pero ponerle rostro a cada personaje sirve mucho. Las escenas de batalla, las conspiraciones, las ceremonias fúnebres, todo es contado por los testimonios y la voz en off, pero verlo le da un extra fundamental. Sin ser una recreación de alto presupuesto, si hay una calidad en el vestuario que es digna de mención. Vemos fragmentos cortos de situaciones, pero mucho más elaboradas que una recreación clásica de documental. Hay sangre, violencia e imágenes impactantes, se podría decir que es una recreación lo más elaborada posible. Incluso hay líneas de diálogo y momentos actorales que requieren bastante más que poner la cara para ilustrar lo que nos cuentan.
Está claro que aunque el documental es serio y asumimos que riguroso, todo pequeño espacio para agregarle fuerza es aprovechado. Los testimonios son aprovechados de forma precisa, las frases explotadas adecuadamente, las reconstrucciones son buenas y hasta los mapas tiene intensidad dramática. No solo resulta apasionante entender y conocer al Japón medieval, sino comprender hasta que punto todo lo ocurrido allí marca al país hasta la actualidad. No será complicado ver también como los errores humanos y las ambiciones políticas no han cambiado mucho a lo largo de los siglos, no solo en Japón, sino en toda la humanidad.