Hay géneros cinematográficos que combinan muy bien. El melodrama romántico y el cine de espionaje, por ejemplo, funcionan muy bien. La tensión entre lo personal y lo político, el conflicto entre los sentimientos y el bien común puedan dar mucha tela para cortar y un conflicto excelente para la trama de una película. Cuando una película no funciona, muchas veces creemos que es por culpa de su género o la combinación de géneros, pero esto no necesariamente es así.
La espía roja cuenta la historia de una mujer anciana que vive sin mayores sobresaltos en Londres cuando en el año 2000 agentes del MI5 la detienen por espionaje, por pasarle información vital de su país a la Unión Soviética décadas atrás. No es cualquier tipo de información, es material sensible sobre la construcción de la bomba atómica.
A partir de ese arresto comenzará la investigación y con ella la película construirá su historia volviendo a ese pasado donde Joan Stanley recordará sus años en Cambridge y su posterior trabajo en la investigación de la bomba atómica para el Reino Unido. Los argumentos de Stanley serán que hizo lo que hizo para salvar a la humanidad, ya que si los dos bandos de un conflicto (hablamos del comienzo de la Guerra fría) tienen el mismo poder, lo más probable es que ninguno se atreva a ser quien lance la primera bomba conociendo sus consecuencias.
Todo lo interesante de la película está en la idea. Las historias de amor, el drama, los argumentos políticos y las tensiones de Joan ya anciana con su hijo no están a la altura del melodrama anunciado o del film de espionaje que se podría esperar. La película no consigue nunca la tensión deseaba y se desdibuja hasta su final, que tampoco conmueve o interesa.