Ganar un premio en uno de los más importantes festivales del cine europeo no tiene valor alguno. La mayoría de esos ganadores no alteraron su lugar en la historia del cine y hoy, un premio en el festival de Venecia es tan dudoso como ganar el Oscar de la Academia. Es más, ambos premios se van moviendo con las modas y van perdiendo rápidamente su valor. La habitación de al lado (The Room Next Door, 2024) de Pedro Almodóvar y su León de Oro en el festival italiano son una prueba más de esto. Pero tampoco hay que ser tan duros, a veces por el motivo equivocado una gran película puede llevarse el reconocimiento. No en la Europa boba del presente, pero tal vez en el futuro sí.
La habitación de al lado es parte de una última etapa de Almodóvar que incluye el bochorno de Madres paralelas, la peor película de su carrera. Sin llegar a la estética abyecta ni a la bajada de línea torpe de ese título, aquí la mezcla de temas, referencias y contenido político no logran combinarse y el largometraje pasa de momentos malos a momentos estirados. Sin traicionar su propio estilo, el realizador manchego no consigue que sus herramientas entregan algo sutil y fluido. Nada es sutil en La habitación de al lado, aunque los personajes hablen bajo y algunas imágenes sean bellas. La referencia central a Los muertos, de Joyce, adaptada por John Huston a la pantalla, es más méritos de estos artistas que del propio Almodóvar, y el tono mortuorio y melancólico parece más heredado que creado. No significa que el tema de la amistad, la muerte y la decisión sobre el propio cuerpo le sea ajena al director, para nada. Los personajes son de su cine y las actrices también, aunque esta sea su primera película en inglés, completamente ambientada en Estados Unidos.
Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) fue la ópera prima de Pedro Almodóvar y es razonable y sano que haya evolucionado. Muchas de sus películas representaron un cambio cultural para su país y para el mundo. Pero la sensación que transmite ahora es que ha terminado de decir lo que tenía para decir y sus películas han perdido ese donde de combinar el sexo, la belleza, la política y, cuando es posible, el humor. Estamos acá frente a un drama y es razonable que no haya humor. Aunque es graciosa la aparición de la hija y los flashbacks de la juventud. La cita a El mundo de Cristina, el cuadro de Andrew Wyeth (1948) tiene la sutileza de un aviso publicitario en medio de una película pasada en televisión. Pero el costado político es un mamarracho que habla de alguien que ha perdido el pulso. El personaje de John Turturro debería ser una parodia, pero lamentablemente habla en serio. Sin querer, explica a los intelectuales de occidente, perdidos en su evaluación del mundo, pero con las palabras exactas para ganar premios. La eutanasia como tema y tres líneas de este personaje secundario, le han dado a Almodóvar un León de Oro en Venecia. Nadie puede decir que no le ha salido bien su nuevo largometraje.