Toni Colette interpreta a Kristin, una mujer estadounidense de los suburbios que hereda el imperio mafioso de su abuelo. Ella no sabe qué es realmente un imperio mafioso pero acepta viajar a Italia porque se ha separado de su marido, a quien ha encontrado engañándole. La persona que la guiará en esta nueva aventura es Bianca, la mujer de confianza del abuelo, interpretada por Monica Belucci. Ambas mujeres intentarán sostener a la familia que está en plena guerra con sus enemigos, aunque en realidad Kris no quiera saber nada con el crimen organizado.
La escena inicial de La heredera de la mafia es clara: no hay nada, pero nada en esta comedia sobre mafiosos que vaya a funcionar. No sólo porque tiene un humor imposible, con chistes de mal gusto mezclados con chistes sin gusto o de un nivel de torpeza muy por debajo de lo tolerable. Ambas actrices deben haber pensado que el dinero que podrían ganar era suficiente como para justificar ser parte de esto. No hay persona a la que una película como esta no le haga un poco de daño a su carrera. No hablamos de un cine mediocre, sino de un bodrio olímpico.
No es graciosa, no logra ni siquiera la continuidad entre los planos en las escenas más sencillas, tiene una línea romántica absurda y un final que busca la emoción, lo que ya es directamente ofensivo. Incluso tiene escenas de acción donde las peleas son evidentemente falsas. En resumen, todo indica unas vacaciones en Italia para rodar a las apuradas una película que nunca debió haber sido realizada. Los italianos hacen de italianos, son como el equipo profesional de lugares comunes de Italia, lo que el mundo espera de ese país cuando no está esperando nada.
Catherine Hardwicke es la realizadora de esta película. Una directora que comenzó con algunas ambiciones estéticas y temáticas para lanzarse muy rápidamente a productos más banales y superficiales, productos por encargo sin identidad o gracia. Este título debe ser, sin embargo, el peor de toda su carrera.