La madre del blues (Ma Rainey’s Black Bottom, 2020) dirigida por George C. Wolfe cuenta la historia de una grabación en 1927. Ma Rainey (Viola Davis) va a un estudio de Chicago para grabar un nuevo disco, su agente, el productor del sello y sus músicos entrarán en conflictos que irán creciendo y que ponen en riesgo el éxito del trabajo. Tres músicos de estudio veteranos solo quieren cumplir con su parte, pero un joven, ambicioso y talentoso trompetista y compositor llamado Levee (Chadwick Boseman) quiere poner su impronta, lo que llevará a una pelea que no se inicia en ese estudio.
Luego de unas breves escenas iniciales, la película delata rápidamente no solo su origen teatral, sino también el tono de teatro que el director ha decidido imponerle a la película. La película está basada en la obra de teatro escrita por August Wilson en 1984 y el guionista que la adaptó es Rubén Santiago-Hudson. Viola Davis ya había protagonizado otra obra de Wilson llevada al cine, Fences (2016) por la que recibió un Oscar a mejor actriz secundaria. Ambas adaptaciones tienen como productor a Denzel Washington.
La dirección de arte, el vestuario y la fotografía son impecables. Pero justamente los decorados parecen copiados de una obra teatral. Luego los actores, todos muy sólidos, tienen discursos muy armados, pequeños momentos que uno los imagina en un escenario. El tono, los movimientos, los gritos, las mezclas de personalidades, a cada paso vemos el texto teatral. Hay canciones, si, y están bien, pero no importa lo que quieran sumar por un lado y por el otro, en el mejor de los casos estamos frente a una película con un texto teatral estándar y un puñado de buenos actores. El remate es de un racismo demagógico e innecesario, aun cuando esté bien visto burlarse de la gente blanca.