Humberto es un hombre seductor y estafador a partes iguales que lleva una vida tranquila como dueño de un bar llamado Borges en Madrid tras haber cumplido condena por una antigua estafa. Su turbio pasado le ha costado la relación con su hijo Jorge, con quien no habla desde hace años. Ahora el joven Jorge es un hombre honrado que se verá obligado a pedir ayuda a su padre al ser víctima de un robo en la joyería en la que trabaja.
Una comedia con algo de drama, una historia de padre e hijo filmada de manera clásica, sin novedad alguna en lo estético pero con una intención de entretenimiento. Los diálogos, en general muy antiguos, son tan falsos y forzados que la fluidez narrativa golpea contra ellos. Las actuaciones son también de otra época, pero con los acentos mezclados más o menos zafan, excepto por Juan Grandinetti, que carga sobre su actuación los ticks ya agotados de su padre. Es la genética tal vez, no la actuación, pero con estos diálogos ambas cosas le juegan en contra.