Leatherface es la octava película alrededor de la historia que contó Tobe Hopper en La masacre de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1974). Aquel clásico de la historia del cine de terror sigue siendo una de las obras maestras imprescindibles del género. El título de esta nueva película del 2017 es el nombre del personaje más famoso de esta serie de films, aquel que justamente es conocido en los títulos latinos como El loco de la motosierra. Pero llamarle Leatherface supuso para los distribuidores locales el riesgo de que no fuera fácilmente reconocible y le pusieron el título de La masacre de Texas y el clásico agregado explicativo de El origen de Leatherface. La llamaremos de ahora en más, como corresponde, Leatherface.
No hay nada malo con hacer precuelas si estas tienen algún sustento, justificación o valor en lo que cuentan. En el Drácula de Francis Ford Coppola el prólogo con el origen del personaje era brillante. Pero hay personajes, como el que le da título a Leatherface, que poseen su mayor encanto en la imposibilidad de entender su origen o su explicación. Qué exista una familia caníbal en el medio de Texas es en sí mismo lo suficientemente horrible como para necesitar decir algo más. Y que un personaje nunca hable, simplemente actúe, y use como arma una motosierra es también motivo suficiente para tener pesadillas de por vida.
Acá la historia se ubica en la infancia y la adolescencia de Leatherface. Empieza en un siniestro festejo de cumpleaños cuando el protagonista de la historia cumple diez años y su familia desea iniciarlo en el asesinato. La película busca abonar a la idea de que el personaje en parte es como es debido a los traumas de su infancia y adolescencia. Años más tarde, encerrado en un psiquiátrico, escapará junto con otros internos iniciando un derrotero de violencia y locura mientras la policía local los persigue en busca de venganza más que de justicia. La película busca mezclar la locura del protagonista con la maldad de los personajes que lo rodean o incluso de los que lo persiguen.
Demasiada psicología aplicada a un personaje que no lo necesitaba. Altas dosis de violencia para una película que debe responder a lo más puro del cine gore. No se puede pretender que una película que pertenezca a esta serie no tenga al menos un momento espantoso de violencia gráfica. Pero más allá de cumplir con eso, la película se pierde al no conseguir originalidad o tensión real. Leatherface fue un personaje que cambió a lo largo de estas ocho películas, pero nunca volvió a ser lo inexplicable, misterioso y terrorífico que fue en el primer film. El humor que también sobrevoló parte de estas historias acá lamentablemente está ausente, otro precio demasiado alto para mantener viva la serie en el siglo XXI.