La Dra. Anna Fox (Amy Adams) sufre de agorafobia y debido a eso pasa sus días encerrada en su casa de Nueva York, mirando clásicos del cine, bebiendo vino y espiando a sus vecinos usando su cámara de fotos. En una de esas jornadas, mientras mira por su ventana, ve algo ve algo terrible en el departamento de una familia que acaba de llegar al barrio. Debido a su propia fragilidad emocional y a ciertas pistas contradictorias, Anna no consigue que le crean.
Cualquiera que sepa un poco de cine entiende que películas con personas encerradas que creen ver un crimen en la casa vecina remiten todas a La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) de Alfred Hitchcock. Para que no exista duda alguna en este caso, la protagonista mira justamente esa película. No hay más nada que agregar.
No está prohibido hacer lecturas y versiones libres (esta película igualmente está basada en un libro) de los clásicos del cine. El film de Hitchcock pertenece a un largo historial de films de suspenso y su marca en la historia es tan grande que miles de otras películas le deben algo. Muchas han hecho lecturas nuevas y adaptado fragmentos. Doble de cuerpo (1984) de Brian De Palma, Un misterioso asesinato en Manhattan (1993) de Woody Allen y Disturbia (2007) de D.J. Caruso son tres ejemplos bien distintos que funcionan muy bien. En muchos casos el combo viene también con una relectura de Vértigo (1958) también Alfred Hitchcock.
El problema es que una vez que un título se mete en esta cita homenaje intertextualidad plagio empieza a jugar por momentos al juego de las comparaciones. Y si algo en la película no funciona, se le reclamará en relación con el otro título. Es un poco injusto pero que quede claro que son cosas de la película que no funcionan, incluso más allá de La ventana indiscreta. La solemnidad de la historia es un problema. Todo se vive con una enorme gravedad y el sentido del humor está ausente. No es fácil empatizar con la protagonista y sin humor se hace ardua esta narración demasiado extensa.
Joe Wright, un director con una interesante filmografía, intenta aquí poner esa energía desbordante que hemos visto en otros títulos como Orgullo y prejuicio (2005), Atonement (2007) y Las horas más oscuras (2017). También dirigió otros títulos desbordados como Anna Karenina (2012) y Peter Pan (2015) pero aquí se encuentra con pocos decorados y un elenco acotado, con lo cual no hay tanto para desplegar. O sí, y por eso la película cae en trucos visuales muy feos y sin ninguna justificación. Y claro, un trauma, porque sin trauma no se puede hacer cine ya. No tenemos nada contra los traumas, pero a veces no funcionan, como en este caso.