En un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, un grupo de vecinos se organiza para recuperar la economía de la zona, uniéndose en una cooperativa en la que van a invertir todos sus ahorros. Es Argentina en el año 2001, justo antes de la corrida bancaria y el Corralito. Todos los dólares que habían reunido se pierdan y este grupo de perdedores se dispersa luego de la colosal derrota, puntapié inicial de varias desgracias extra.
Sin embargo descubren que un abogado del lugar y el gerente del banco se han quedado con los ahorros de todos los habitantes del pueblo. Este villano llamado Fortunato Manzi (cuyo apellido y su barba recuerdan al gran poeta del tango Homero Manzi) ha escondido el dinero en una bóveda en algún lugar cercano al pueblo. El grupo liderado por el ex futbolista Fermín Perlassi (Ricardo Darín) decide entonces robar al ladrón y su bóveda.
Esta comedia dramática tiene el tono simple e inocente, pero también anclado en la realidad, que la convierte más en un film de género que una película de denuncia. El entretenimiento se lo da su condición de film de robo, pero toda su emoción se lo da su conexión con la realidad. Para un ciudadano argentino la película es muy movilizadora y consigue, con herramientas de cine, explicar lo que implica un desastre como fue el Corralito del 2001. Pero para quien no sepa nada de ese momento, la historia es universal y atemporal. Los poderosos engañan a los débiles, que un día se cansan y se rebelan.
El humor del film es estándar, directo, por momentos demagógico, pero al mismo tiempo amable. Los perdedores son, antes que cualquier otra cosa, perdedores y eso los une más allá de cualquier otra posible diferencia. Imposible no identificarse en esta lucha entre David y Goliath. Y es esa conexión la que lleva a los momentos más emocionantes, que los hay varios, de la historia. Hay una gran inteligencia en lograr transmitir que detrás de los eventos históricos de un país, está la vida de la gente, sus sueños, su fragilidad, su fortaleza y sus tristezas. Qué lo que se ve como un gran golpe para una sociedad que logra superarlo, puede ser demasiado para alguien y simplemente darle un golpe final.
Algunas risas y muchas emociones conviven con detalles menos prolijos, como el interés entre el hijo de Perlassi (Chino Darín) y la secretaria de Manzi. Y aunque el tono de Frank Capra a la argentina que puede adivinársele al film lo libera de cualquier realismo, hay en el desenlace algo de exceso que no terminar de cerrar. Pero en el total la película es divertida y movilizadora, con un elenco verdaderamente inspirado y con un narrativa impecable. A pesar de que en Argentina la sensación de derrota es parte del ADN, la película lejos de amargar es una experiencia emocionante y luminosa. Un pequeño tiro para el lado de la justicia, como dice uno de los personajes.