Cine Argentino

LA PATOTA

De: Daniel Tinayre

LOS SALVAJES

La patota parece una bisagra dentro del cine argentino, o al menos es parte de un clarísimo período de transición entre el cine clásico argentino y el nuevo cine argentino que nacía por aquellos años. 1960 es el año de estreno de este film dirigido por Daniel Tinayre, escrito por Daniel Borrás y protagonizado por Mirtha Legrand. La historia es la de una joven de clase acomodada que se gradúa con honores, tiene un novio que la ama y una vocación docente que la lleva a dar clases aun cuando económicamente no lo necesita. Su padre le reclama lo innecesario de trabajar, pero ella quiere abrirse paso por sí misma. Acepta un trabajo en una escuela nocturna de los suburbios, donde para llegar a dar clases debe pasar por una zona algo inhóspita. Unos jóvenes del lugar, la famosa patota del título, llevan planificando violar a una prostituta que vive en el barrio. Por error, terminan atacando a la joven Paulina, violándola y dejándola herida aunque llaman a una ambulancia antes de escapar.

La patota ha sido, como ya he dicho, un antes y un después en muchos aspectos. Su éxito comercial rotundo sin duda muestra que Tinayre supo exactamente cuál era el momento para hacer una película de estas características. Claro, la crítica moderna y los nuevos críticos miraron con desconfianza este producto realizado por los que venían de la Edad de oro del cine argentino. Pero basta recordar que Edad de oro hubo una sola y jamás se repitió, lo que nos lleva a pensar que la nueva generación no pudo nunca estar a la altura de los clásicos. Aun así, los tiempos cambian y el cine también. El público en todo el mundo buscaba otro cine, un cine de renovada temática y con novedades en todo aspecto. Cuándo Tinayre dirigió La patota Leopoldo Torre Nilsson ya había dirigido La casa del ángel, film que muchos utilizan como marca oficial del cambio en el cine argentino. La voz en off de Paulina en esta película, guarda parecidos con la voz de Ana (Elsa Daniel) en La casa del ángel, incluyendo la presencia temible del padre como parte de su relato.

Para quien aun no sepa quién es Daniel Tinayre como director de cine, hay que decir que se trató de uno de los grandes de nuestra cinematografía. Famoso, más que famoso, por su estética, el director también intentó ser reivindicado por el contenido de sus films. Pero no es absurdo que hablemos siempre de su estética, porque desde el experimento expresionista de Mateo (1937) hasta, por ejemplo, La patota (1960) Daniel Tinayre fue capaz de construir algunos de los planos más memorables de la historia del cine nacional. Un breve repaso por Pasaporte a Río (1948), La danza de fuego (1949), La vendedora de fantasías (1950) o Deshonra (1952) alcanzarían para ver su estilo y su estética. Lo mismo se ve en La patota. Su amor por el llamado expresionismo alemán y el film noir, son indiscutibles. Algunos planos, como el de Walter Vidarte al escaparse en mitad del ataque a Paulina, también inolvidables. El gran fotógrafo Antonio Merayo sin duda colaboró mucho a lograr esto, pero aunque Tinayre ha cambiado varias veces de fotógrafo, su estética se mantuvo a lo largo de casi toda su filmografía.

Mirtha Legrand es un caso aparte. En 1960 comenzaba una nueva generación de actores, una que se suponía iba a reemplazar el acartonamiento del cine clásico. Cosa que viendo hoy ambas épocas, queda claro que fue más un retroceso que un avance el estilo que tenían. Tal vez por eso una estrella como Mirtha Legrand, no fue reivindicada como se merece. En lo personal, admiro mucho sus dotes de comediante, en películas como El retrato y Esposa último modelo, ambas del maestro Carlos Schlieper. Sin embargo, su talento para el drama también era enorme. Su papel en La patotaes muy complicado y aunque el pudor de Tinayre hace que no veamos las escenas más terribles, todo lo que ocurre después de la violación necesita de una actriz firme, con el suficiente carisma y temple para sostener un guión que depende exclusivamente de ella.

La patota es un film donde lo religioso está en el centro del conflicto. Paulina es católica. Guarda su virginidad para el matrimonio y cree profundamente los preceptos de su religión. Cuando entra al colegio, la directora le pregunta por su religión y cuando ella le contesta, la directora le dice: “Este no es un colegio oficialmente católico, pero nos gusta que nuestros docentes lo sean”. Cuando Paulina y su novio están abrazados luego de que ella reciba la medalla de oro en la universidad por graduarse con los máximos honores, un amigo de él pasa y dice: “¿Ey, este es el camino al paraíso?” Lo podemos entender como la felicidad que ella tiene en ese momento o en el camino que ella llevará a lo largo de la trama de la película. Ella está dispuesta a perdonar, a cualquier precio, toda la ofensa y sus consecuencias.

La película abre con una cita del Evangelio según San Mateo, Capítulo XVIII, versículos 21 y 22: “Señor ¿Cuántas veces deberé perdonar a mi hermano cuando pecare contra mí? ¿Hasta siete veces? Respondiole Jesús: No te digo yo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete, O CUANTAS TE OFENDIERE” y la religiosidad de Paulina será su sostén a lo largo de la trama.

Es realmente poderosa la actuación de Mirtha Legrand y también lo es su personaje. El enfrentamiento a los que la violaron, la manera en la que la hipocresía católica la deja sin trabajo aun cuando ella misma sostiene principios católicos hasta las últimas consecuencias, todo eso es un núcleo dramático interesante e innovador. Claro que como decíamos, se trata de un film de transición y no fueron pocos los que notaron el accidente casi irónico de la historia del cine argentino encerrado en el casting del film. Mirtha Legrand, una estrella clásica, es atacada por Alberto Argibay y Luis Medina Castro, dos actores que serán claves en la generación de actores que del nuevo cine argentino y llamada Generación del 60. Lo mismo Walter Vidarte, claro está. Por otro lado, el padre de Paulina, un estricto juez retirado, está interpretado por Pepe Cibrián y el médico que la salva, nada menos que por Floren Delbene.

Aunque algunos elementos de la trama hoy serían polémicos, la película cierra con un cartel del director y del guionista que dice “Si con esta película logramos evitar UNO SOLO de esos delitos que humillan a la condición humana nuestro propósito se habrá cumplido.” En épocas de corrección política y progresismo, muchas veces en contradicción entre sí, una película como esta sin duda sería juzgada de otra manera. Su ideología religiosa hoy no es comprensible para las nuevas generaciones. A Robert Bresson se le acepta mucha más religión que a La patota, que en definitiva es la historia de una mujer santa, al menos bajo las ideas católicas. Esta idea de la beatificación vuelve de forma aun más contundente en Bajo un mismo rostro (1962) protagonizada por Mirtha y Silvia Legrand, y con una dualidad santa y prostituta que tiene un giro brillante y poderoso de la trama.

El único defecto del film está en los jóvenes. La película no consigue mostrarlos adecuadamente y sus frases, curiosamente, resultan más artificiales que las del resto del elenco y personajes. Aun así, son detalles que no le quitan la esencia a la película. El estilo Tinayre, incluyendo sus amados flashbacks con más de un punto de vista, brilla como siempre y la historia mantiene su poder. Que la hayan elegido para hacer un remake prestigiosa como la de Santiago Mitre en el 2015, habla sin duda de sus virtudes y no de sus defectos. La patotaes la confirmación de la grandeza de un director, Daniel Tinayre y de una actriz, Mirtha Legrand.