En la edad de oro de los videoclubes, la mayoría de ellos no tenía una separación de géneros con la sofisticación de un congreso de cinéfilos. En parte porque no tenían idea, en parte porque a mayor cantidad de géneros, menor cantidad de películas por cada uno. Allí nacieron algunas generalidades entre las cuales figuraba con alegría un género que se terminaría imponiendo: Acción. ¿Qué significaba exactamente eso? Bueno, significaba tiros, persecuciones, armas, peleas, explosiones y otras tantas cosas. En general esto estaba asociado al cine post James Bond, es decir los títulos que contenían estos elementos pero en el presente. Los videoclubes decidieron que allí entrarían también los films bélicos, los policiales y los westerns. Sí Clint Eastwood podía hacer las tres cosas, entonces eran todos del mismo género. No, Los puentes de Madison iba a drama o romántico. Todo este prólogo es para decir que muchos films de época se fueron transformando poco a poco en películas de acción. Ya no tanto por James Bond, sino por otro clásico que marcaría un antes y un después en la historia del cine: Duro de matar (Die Hard, 1988) dirigida por John McTiernan y protagonizada por Bruce Willis.
La princesa (The Princess, 2022) es una variación del concepto Duro de matar, pero ambientada en el medioevo y con una princesa como protagonista. Claro, los cuentos de hadas hace décadas que han sido revisados, no es novedad, y el medioevo también ha sido modernizado, no solo en comedias, sino en pequeñas joyas de aventuras como Corazón de caballero (A Night´s Tale, 2001) de Brian Helgeland. La princesa no llega nunca a jugar con el anacronismo, solo es su puesta en escena y su forma de entender la acción lo que la hace verse moderna. La premisa es la misma, un personaje solitario que debe enfrentarse, en una espacio cerrado, a una multitud de enemigos, cada uno más difícil que el anterior.
Joey King interpreta a la protagonista de la película. Ella se niega a contraer casamiento con el malvado Julius (Dominic Cooper) y debido a eso es secuestrada y encerrada en la torre más alta del castillo de su padre. La única forma de que la princesa pueda evitar que el villano se quede con el reino que pertenece a la familia de ella, es rescatándose a sí misma. Para eso debe combatir con todo lo que tiene a mano a sus diferentes rivales. Queda claro que no es cualquier princesa, ella ha sido entrenada en las artes del combate y conoce todas las formas posibles de defensa y ataque. Oportunos flashbacks nos dan cuenta de ello. Como nadie cuenta con que la princesa sea la que rescate se rescate a sí misma, al comienzo la subestiman. Hay una heroína pero también hay una villana. Moira (Olga Kurylenko) es una experta en el uso del látigo y una de las rivales más difíciles.
El largometraje tiene una premisa muy básica, tal vez demasiado, y la acción empieza desde el primer minuto. Dura poco más de noventa minutos, señal de un espíritu de cine de bajo presupuesto pero también posible víctima de un montaje despiadado. La película no se toma respiro y tiene mucha sangre y violencia. Se nota la influencia del cine de acción oriental, de hecho está manifestada en el entrenamiento de la protagonista. El guión busca encontrar todas las peleas y armas posibles para la época, que cada escena ofrezca algo nuevo. No tiene mucha verosimilitud pero eso queda claro desde el comienzo y es tomarlo o dejarlo ahí. Algunos efectos visuales dejan mucho que desear, está claro que todo lo que sea post producción tuvo un límite de inversión. Muchas de las coreografías están bien hechas y todos actúan con convicción. Una joven princesa que se suma a la historia de las heroínas de acción con una película que no tiene sofisticación alguna, simplemente acción y más acción.