TRES PERSONAJES EN BUSCA DE UN AUTOR
La muerte de un brillante matemático venido a menos (Anthony Hopkins) se proyecta sobre tres destinos. Catherine (Gwyneth Paltrow) es la hija menor que le hizo compañía durante los últimos cinco años de vida, quien siguió sus pasos y se dedicó también a las matemáticas. Claire (Hope Davis) es la responsable hermana mayor que llega desde Nueva York para asistir al funeral, una presencia fuerte y controladora, decidida a poner orden en el hogar de su infancia. Por último, un foráneo entra en escena: Harold Dobbs, un muchacho obsesionado con revisar los escritos de su mentor para descubrir algún atisbo de genialidad en medio de horas y horas de escritura compulsiva.
Entre cuadernos, discusiones y recuerdos surge una incógnita, un misterioso objeto que desencadena una serie de dilemas y sospechas. Los tres personajes se internan en una red de altercados que van más allá de lo anecdótico y construyen un debate que reverbera en el espectador.
La Prueba es la adaptación a la pantalla grande de Proof, obra de teatro ganadora del premio Pulitzer al mejor drama en el año 2001 (y que tuvo su versión porteña en el 2004 bajo las órdenes de Carlos Rivas con Gabriela Toscano, Pablo Rago, Osvaldo Santoro y Carola Reyna). El planteo del guión, a cargo del mismo autor de la pieza original, no parece novedoso a primera vista. La repercusión de la sombra de un personaje en las vidas de sus seres queridos es algo muchas veces visto. Curiosamente, la vuelta de tuerca para este conocido punto de partida se halla en la elección del escenario, el contexto en donde se emplaza la acción: el mundo de las Ciencias Exactas. Un territorio en donde la rigidez de las formas es perfecta para redimensionar cualquier dilema.
Si se toma al término “moral” como un adjetivo que refiere a las costumbres y reglas de conducta del espíritu humano en oposición a lo físico o material, se advierte que el conflicto está situado estratégicamente en el terreno del pensamiento lógico, específicamente dispuesto para jugar dentro de los paradójicos límites de lo inaprensible. Es decir, allí en donde rige la hipótesis y el razonamiento deductivo: ¿Cuál es el valor de la palabra sin coartada? ¿Hay espacio para alguna verdad que no sea enunciada como proposición?
El gentil nerviosismo académico de un sector convencido de que la vida intelectual útil culmina a los 23 años, duplica la apuesta en una carrera frenética por la creatividad. El metodismo y la abstracción de este universo se encuentra en una encrucijada con su propio reverso, la prueba material sin rúbica o resguardo. En un clima de dolor, codicia y paranoia la dificultad para discernir la locura de la imaginación abre un abismo de preguntas.
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