En la larga tradición de burlarse del cine comercial de Hollywood, muchos suelen ubicar a los cineastas europeos o los directores de quiebre del llamado cine independiente como los adalides del arte cinematográfico. No es cuestión de elegir bandos, por supuesto, pero sí creo que ya podemos dejar en claro que la industria cinematográfica de Estados Unidos tiene para empezar un valor indiscutible: La claridad narrativa. Lo que construyó el cine de Hollywood es su forma extraordinaria de perfeccionar esa narración y volverla transparente para todo el planeta, sin importar la cultura de cada país. Como son películas fáciles de ver, muchos caen en el error de creer que son películas fáciles de hacer. Gran error.
La red avispa (Wasp Network, 2020) escrita y dirigida por Oliver Assayas es el perfecto ejemplo de un director que no puede contar una historia de forma tradicional y que falla de forma contundente a la hora de construir su relato. Assayas, un director de culto del circuito de festivales y un respetado autor que se ha ganado hace décadas el amor de los cinéfilos, toma un tema que requiere claridad, que debe exponer mucha información y trabajar con muchos personajes. No consigue otra cosa más que una ensalada cinematográfica que incluye un elenco internacional de esos cuyos actores parecen trabajar cada uno en una película distinta. La película es una coproducción entre Francia, Brasil, España y Bélgica.
La red Avispa cuenta la historia de René González, un piloto cubano que deja atrás a su esposa y a su pequeña hija en la isla dominada por la dictadura comunista para desertar a los Estados Unidos en la década del noventa. Secretamente vuela a Miami en un avión robado y se une a un grupo de exiliados cubanos opositores a Fidel Castro, quienes operan desde Florida y también se enfocan en desintegrar la floreciente industria de turismo cubana. Por su parte, una organización de inteligencia cubana llamada Red Avispa, busca infiltrarse en estos grupos anti-castristas. La película cuenta la historia de estos y otros personajes, y lo hace de forma tan torpe y confusa que no es sencillo mantener el interés en la historia. El mencionado elenco hace gala de un defecto actual: para respetar la historia que se cuenta, se deben contratar actores latinos. El resultado es un rejunte de actores hispanoamericanos que hace más ruido que un elenco de Hollywood hablando en inglés. Pero así son los tiempos que corren.
Si Oliver Assayas es un genio del cine no hay forma de comprobarlo en esta película. Tiene el potencial para construir una apasionante historia del final de la guerra fría y lo convierte en una seguidilla de escenas con información mal distribuida y unos efectos narrativos para recordarnos que él no es un empleado de los productores. Ojalá lo hubiera sido, ellos le hubieran marcado que la película no se entiende, es aburrida, desperdicia el material que elige y tiene a todo el elenco disperso y confundido. También para eso sirven, a veces, los productores de cine.