M. Night Shyamalan es un director que tuvo un gran momento de público y crítica en el cambio de siglo. Sexto sentido, El protegido, Señales y La aldea marcaron los años en los cuales a este realizador se le tenía enorme respeto. Pero con la misma fuerza con la que ascendió, luego descendió y, por motivos completamente incomprensibles, tuvo un club de odiadores que lo tratan como si fuera el peor director de la historia. Su cine ha empeorado, pero aun así no es ni de cerca un realizador que merezca esos ataques. Es un autor en el sentido más estricto, incluso en sus películas fallidas. La trampa (Trap, 2024) es su último largometraje y se estrena en el mismo año que Observados (The Watchers, 2024) dirigida por Ishana Night Shyamalan, la hija del realizador, productor de dicho film.
La trampa sigue la historia del bombero de Filadelfia, Cooper Adams (Josh Harnett), lleva a su hija adolescente, Riley (Ariel Donoghue), al concierto de la estrella del pop Lady Raven (Saleka Shyamalan, la otra hija del director, cantante y compositora) como recompensa por sus buenas notas. Estando en el concierto Cooper descubre un movimiento inusual de la policía, un despliegue algo excesivo de fuerzas. Sale de la sala y charla con un vendedor que le cuenta que el FBI está haciendo un operativo para atrapar a un asesino serial apodado “El carnicero”. El espectador descubrirá, cuando Cooper use su teléfono, que él es el asesino y que tiene una víctima en su sótano a la que observa con una cámara instalada allí. El asesino deberá encontrar la manera de escapar del recital, una misión que parece imposible, más todavía por estar junto a su hija.
La trampa es un Shyamalan auténtico. El más inverosímil de los argumentos se vuelve creíble gracias a su oficio de cineasta. Sin pies ni cabeza, la película atrapa y avanza, incluso cuando parece una historia para promocionar la carrera musical de la hija del director. Aceptadas las reglas que nos impone la película, se acepta el absurdo y se sigue adelante. Pero luego, cuando parece resolverse el gran conflicto, a la película le falta un rato largo y el pacto de tolerancia se rompe. En sus primeros films, jugar el juego de Shyamalan valía la pena, acá no. Dos tercios divertidos y uno bochornoso no es un promedio que valga la pena festejar. Guionista, productor y director, M. Night Shyamalan es un autor en el sentido estricto del término, incluso hace un pequeño papel, para demostrar que el responsable final de este largometraje es él y nadie más que él.