En la costa de Italia, Rosa (Sophia Loren), una sobreviviente del Holocausto, lleva adelante una casa donde cuida niños cuyas madres, prostitutas, no pueden cuidarlos o se han ido momentáneamente. En ese lugar Rosa recibe, algo reticente en un comienzo, a Momo (Ibrahima Gueye), un niño senegalés musulmán que le robó en la calle. La película se basa en una novela de Romain Gary (con el seudónimo de Emile Ajar) que ya fue adaptada con éxito en Francia en la década del setenta y que incluso llegó a ganar el Oscar a mejor película extranjera.
No hay nada nuevo en esta historia de previsible amistad entre estos personajes opuestos. El film, dirigido Edoardo Ponti, hijo de Sophia Loren y Carlo Ponti, tiene un tono sobrio y no se pasa nunca de allí. Tiene drama y humor, y por supuesto también mucha emoción, pero nunca llevando las cosas al extremo. Luego de diez años sin protagonizar una película, Sophia Loren vuelve a la pantalla y su actuación es acorde al tono del film. Sobria, sin excesos, encontrando el tono exacto. Siendo la máxima actriz de la historia del cine italiano, y con décadas de fama y prestigio sobre sus hombros, es un placer verla una vez más, sin buscar trucos fáciles para congraciarse con los espectadores. Su estatus de estrella se mantiene y justifica la existencia de esta película sin sorpresas.