EL VARÓN DEL CINE
Hugo del Carril nació en el barrio de Flores el 30 de noviembre de 1912. Sus comienzos en radio incluyeron no sólo su voz como cantante, sino también como locutor. Cuando muere Carlos Gardel, mucho consideraron que el sucesor natural del Zorzal criollo era el joven Hugo del Carril. Su ascenso veloz se traslada también al cine, donde debuta con un breve papel como actor cantando “Tiempos viejos” en el film Los muchachos de antes no usaban gomina (1937). El tango y la dirección del film estaban a cargo del genial Manuel Romero, uno de los grandes de nuestra cultura. Actor y director trabajaron en varios films y Romero no fue sólo su descubridor en el cine, sino también, como el propio del Carril lo reconocerá, su maestro. Su conexión con Gardel se completa cuando protagoniza en 1939 La vida de Carlos Gardel, dirigida por Alberto De Zavalía. Otros muchos films del período clásico lo tuvieron como estrella, entre ellos, La cabalgata del circo (1944, Mario Soffici), donde conoció a Eva Duarte y, más tarde, a Juan Domingo Perón. En 1949, Hugo del Carril le pondría voz a La marcha peronista, en una grabación definitiva e irremplazable que lo asoció definitivamente con el movimiento político. Dicha asociación le traería toda clase de conflictos en su carrera, debiendo en más de una ocasión ganar el sustento con actividades laborales no relacionadas con el espectáculo, teniendo que actuar y hasta vivir en el extranjero. Debido a la hombría de bien que lo caracterizó, su generosidad y sus valores, pudo seguir trabajando y muchos acérrimos opositores a Perón siempre lo respetaron. A su carrera como cantante y actor se le sumó otra mucho más valiosa, la de dirección, en la que debuta en 1949 con Historia del 900. En esta película se descubre una gran habilidad narrativa de inspiración clásica. Desde lo formal y desde el contenido, se lo llamó “el último clásico”.
Este título tiene que ver con su forma de filmar y la complejidad a varios niveles de su cine, pero también con que él surge en el tiempo como el último de los realizadores del período clásico. En Historia del 900, la mirada nostálgica por un Buenos Aires que ya no está empieza a mostrar no sólo su sensibilidad tanguera, sino también sus primeros rastros de un profundo romanticismo. Pero el film más famoso de Hugo del Carril es, sin duda, Las aguas bajan turbias (1952), una historia de denuncia social que queda pertenece a una de las líneas temáticas más importantes en su cine. La historia narra la explotación de los mensués en los yerbatales de Misiones. La película, claramente conectada con el clásico Prisioneros de la tierra (1939, Mario Soffici), arranca con una voz en off que dice “Las aguas bajaban turbias de sangre ” dejando en claro que la acción transcurre en el pasado. Realizada durante el gobierno peronista, la película tiene una temática complicada y este subrayar que transcurre en el pasado es una de las formas de evitar conflictos. También el elogio a los sindicatos y un toque optimista en el final, son concesiones que hace del Carril. Pero son elementos menores si se tiene en cuenta que se está adaptando la novela de un escritor comunista como Alfredo Varela, preso político al que del Carril no dudó en ir a visitar para hacerle consultas sobre el film. Esto provocó duras fricciones con Raúl Apold, Ministro de Prensa y Difusión del gobierno de Perón, quien se opuso fuertemente al rodaje. El film fue finalmente bien recibido tanto en nuestro país como en el extranjero y con el tiempo se lo consideró uno de los títulos fundamentales de nuestra cinematografía.
Cine de autor y actor
En Las aguas bajan turbias, el protagonista, interpretado por del Carril, guarda similitudes con muchos personajes del actor, tanto en su propio cine como en el que realizó bajo las órdenes de otros realizadores. Sin duda Hugo del Carril buscaba siempre interpretar hombres viriles, recios, de mucha honestidad y capaces también de mucha ternura. Románticos y leales, sus personajes solían parecerse, aunque hay algunas excepciones. Ése fue uno de los motivos por el cual el final de la novela de Alfredo Varela fue cambiado por del Carril, por considerar inaceptable que el personaje abandonara a su amada. Si sus personajes tienen puntos de contacto, sin duda, sus marcas de realizador también son visibles. A la denuncia social se le suma un fuerte cuidado estético y una forma bien clásica de narrar. También la presencia del deseo sexual es fuerte en su cine, así como una marcada fisicidad en la que los cuerpos ocupan un lugar importante. La sangre, el sudor, el dolor físico de los seres humanos suele hacerse presente en su cine. También está presente un romanticismo que en el caso de Las aguas bajan turbias excede incluso al retrato del protagonista. Aunque tal vez la marca que una a todos sus films sea la potencia y la convicción con la que cuenta sus historias. Hugo del Carril es un director apasionado, lleno de vida y eso se percibe en la emoción y el nervio que cada una de sus imágenes posee.
Más allá de las aguas
Los especialistas observar con razón que sus dos siguientes películas son aquellas en las que alcanza su máxima expresión artística. En primer lugar, La Quintrala (1954), polémica historia que transcurre en el Chile colonial del siglo XVII y cuenta la historia de una mujer de alta alcurnia y bajos instintos que se fascina con la figura casi santa de un joven cura. Complejo melodrama que combina la más desatada irracionalidad con una moderna lectura psicológica, La Quintrala debió ser retirada de cartel por presiones de la Iglesia. A este film le siguió Más allá del olvido (1956) que, luego de los problemas que tuvo el director con el nuevo gobierno, finalmente pudo completar y luego estrenar sin pena ni gloria. Con los años, este melodrama muy parecido a Vértigo (1958, Alfred Hitchcock), aunque anterior, se convirtió en un film de culto y hoy es considerada la obra maestra del director. El romanticismo alcanza allí su punto culminante. Su filmografía posterior jugó con los géneros cinematográficos y retrató con inteligencia y sensibilidad los cambios y las tensiones de una nueva sociedad. Cuando el peronismo vuelve al poder en la década del setenta, del Carril acepta colaborar ad honorem con una nueva ley de cine que finalmente nunca llegaría a aplicarse. Dirige un último film, Yo maté a Facundo (1974), que tiene la osadía de contar un hecho histórico desde el punto de vista del asesino. Luego, la dictadura militar volvería a prohibirlo, terminando definitivamente con su carrera en el cine. Con los años, su figura ha ido creciendo y hoy se lo considera una figura clave de nuestra cinematografía. Su estirpe de varón recto y honesto es respaldada por testimonios de todos los sectores y su cine está disponible para quien quiera descubrir al último de los clásicos.
LAS AGUAS BAJAN TURBIAS
Estrenada el 9 de octubre de 1952
Duración: 85 minutos
Director: Hugo del Carril
Guión: Eduardo Borrás según la novela de Alfredo Varela
Fotografía: José María Beltrán
Montaje: Gerardo Rinaldi
Música: Tito Ribero
Intérpretes: Hugo del Carril, Adriana Benetti, Raúl Del Valle, Pedro Laxalt, Herminia Franco, Gloria Ferrandiz, Joaquín Petrosino, Luis Otero.
FILMOGRAFIA COMO DIRECTOR
Historia del 900 (1949)
Surcos de sangre (1950)
El negro que tenía el alma blanca (1951)
Las aguas bajan turbias (1952)
La Quintrala, doña Catalina de los Ríos y Lisperguer (1955)
Más allá del olvido (1956)
Una cita con la vida (1958)
Las tierras blancas (1959)
Culpable (1960)
Amorina (1961)
Esta tierra es mía (1961)
La calesita (1963)
La sentencia (1964)
Buenas noches, Buenos Aires (1964)
Yo maté a Facundo (1975)