Maid es una miniserie de diez episodios estrenada en Netflix. Cuenta la historia de Alex (Margaret Qualley) una mujer que abandona a su pareja una noche llevándose a su pequeña hija de dos años. Soltera, escapando de una relación abusiva, no sabe como hará para sobrevivir y mantener a su pequeña. Mientras busca ayuda social consigue un trabajo limpiando casas. Su pariente más cercano, su madre (Andie McDowell) es una artista con no pocos problemas psicológicos y una vida más nómada e inestable que la de Alex, por lo que no puede ser de gran ayuda. Con su padre mantiene una relación muy distante y no tiene nadie que la pueda ayudar. Ha dejado atrás su sueño de escribir y tiene que arrancar de cero. Los diez episodios describen el camino de Alex, con avances y retrocesos, y su resistencia frente a la adversidad.
Qué Maid se haya llamado en castellano Las cosas por limpiar es algo absurdo, vergonzosamente poético y posiblemente delate una relación con el trabajo muy diferente a la que hay en Estados Unidos. En cualquier caso la serie, que narra una historia humana, real y cercana a cosas cotidianas, resulta una rareza en el ámbito disparatado de las series actuales. La posibilidad de contar un drama protagonizado por personas reales se ha vuelto algo insólito. Los asesinos seriales, los narcotraficantes, las historias más rebuscadas y ajenas a la vida que vivimos son la regla y no la excepción. Se dirá que la ficción tiene que ser más grande que la vida y puede ser que así sea. Pero descubrir el drama intenso, el humor y los deseos en personas comunes es mostrar que la ficción puede entender la grandeza de la vida.
No sé si Maid es de un realismo absoluto pero así se ve. El nivel de compromiso emocional que como espectadores sentimos por Alex muestra que las cuerdas de la ficción están perfectamente ajustadas. Como en cualquier serie, los momentos intensos se suceden con mayor concentración que en la vida diaria, pero nunca llegan a pasarse como para convertirla en una telenovela en el mal sentido del término. Necesitamos que Alex se abra camino, que su hija sea feliz, que su madre no lo arruine todo, y así con cada personaje. Hay una habilidad en el guión para llevarnos a una situación previsible y luego esquivarla para seguir adelante. Esos giros de la trama son los que hacen que Maid funcione mejor que otras series de este estilo. Entra y sale de los recursos de ficción, entra y sale de las trampas del exceso de realismo.
La serie tiene mucho humor, pero principalmente es un drama. Tiene momentos muy angustiantes, que duelen y emocionan. Misma emoción que vuelve en los momentos felices, que también los tiene. Alex es un personaje extraordinario, lleno de virtudes, pero también con defectos. Se equivoca, cae, se levanta, se las ingenia y arranca de nuevo. En el sentido más estricto es una heroína absoluta, gigantesca. Un modelo de personaje que resiste, piensa, apuesta y no se rinde. En una época donde demasiadas ficciones fingen feminismo para estar a la moda, Maid construye una protagonista fuera de serie, en todo sentido. No hay una pose acá, hay una convicción nacida de una protagonista y lo que aprende en el camino.
Margaret Qualley, quien interpreta a Alex, es una actriz gigantesca cuyo ascenso vertiginoso alcanza aquí su momento de mayor exposición, pero sus trabajos previos eran muy buenos también. Sin esta actriz no hay miniserie, ella es el corazón de Maid. Es un hermoso lujo que Andie McDowell, su madre en la vida real, interprete a su madre aquí. Ambas son increíbles y McDowell hace un papel difícil y peligroso del que sacó el máximo de provecho. El resto del elenco está a la altura, pero son ellas las que llevan adelante gran parte del drama. En esa relación hay tantos apuntes interesantes que, una vez más, se nota que no están escritos por personas que no tienen idea de lo que hablan.
Maid cuenta la historia de una mujer que tiene que arrancar de cero siendo ya adulta, pero en su historia hay una mirada sobre la mujer que, insistimos, no es producto de una moda en la ficción sino de una genuina comprensión de las situaciones. Trabajo, maternidad, pareja, economía, amor, deseo, sueños y proyectos. Alex es uno de los mejores personajes que se hayan visto en años y no es otra cosa más que una mujer enfrentándose a sus problemas. Parece raro y al mismo tiempo no lo es. Las cosas por limpiar necesitará de un espectador dispuesto al drama que será recompensado con una miniserie inteligente y humana. La historia está basada en un libro, lo que no significa nada especial, salvo que alguien pasó antes por lo que vemos en estos diez episodios. Es imposible no sentirse identificado y sentir empatía con la protagonista de esta serie tan bien construida, con una historia tan potente y conmovedora.