Hammer Films es una compañía productora de cine de origen británico fundada en 1934 que alcanzó su fama mundial cuando a mediados de la década del cincuenta comenzó a realizar películas de terror gótico y ciencia ficción, así como también otros títulos cercanos a los géneros cinematográficos más puros. El estudio logró un verdadero renacimiento a los grandes personajes del terror que dos décadas antes había convertido en clásicos en Hollywood en los estudios Universal. Drácula, Frankenstein, la Momia y otros personajes de ese estilo fueron convertidos nuevamente en éxitos de taquilla. El color permitía una nueva imagen para todos ellos a los que se le sumaba una carga erótica más explícita y una violencia mucho mayor.
Las novias de Drácula (The Brides of Dracula, 1960) es uno de los primeros títulos de la serie de películas sobre el personaje de Bram Stoker pero al mismo tiempo podría ser sacado del canon por dos cuestiones. En primer lugar porque el Conde Drácula que inmortalizó Christopher Lee para la Casa Hammer no aceptó trabajar en este título por miedo a ser encasillado y en segundo porque no hay ningún personaje que se llama Drácula ni se establece ninguna conexión directa con él. Solo se nos anuncia que: “Transilvania, tierra de oscuros bosques, montañas tenebrosas y negros lagos, sigue siendo el hogar de magia y lo demoníaco a pesar de que el siglo XIX se acerca a su fin. El Conde Drácula, monarca de todos los vampiros, está muerto, pero sus discípulos viven para propagar su culto y la corrupción sobre el mundo.”
Pero claro, lo que hace que sea por derecho propio parte de la historia grande de Hammer es que está dirigida por Terence Fisher, el gran director del estudio, y protagonizada por Peter Cushing, la otra gran estrella de Hammer, repitiendo su rol de Van Helsing, el cazador de vampiros. Si el Drácula de 1958 cambiaría la historia del personaje, hay que decir que esta secuela no deja marca alguna. Sirve para diversión de los seguidores más leales de Hammer pero nada más. Es un buen ejemplo de alguna de las características estéticas de la compañía pero también un retroceso en calidad. Pero vayamos a la trama.
Marianne Danielle es una joven maestra francesa yendo a ocupar su nuevo cargo en una escuela de señoritas en Transilvania. El cochero decide abandonarla en una posada y una baronesa del lugar llamada Meinster, le ofrece pasar la noche en su castillo. Todos en el pueblo ven con horror que acepte la invitación. Aunque inicialmente parece vivir sola con su sirvienta, Marianne descubrirá que también vive allí, aunque aislado, el hijo de la baronesa. Por supuesto, ese joven es el vampiro de la película. Marianne no sospecha el peligro que acecha tras la amable presencia del atractivo joven. Cuando sea evidente el peligro llegará Van Helsing a combatir el mal que habita allí.
La película tiene varios hallazgos estéticos aunque se le nota un presupuesto limitado. El vampiro en cuestión no tiene nada que hacer frente al recuerdo del espectacular y temible Conde Drácula interpretado por Christopher Lee. Peter Cushing, por su lado, vuelve a entregar todo su talento y energía, demostrando que él es uno de los pilares sobre los cuales se construyó el éxito del estudio. Christopher Lee volvería, con cierto desgano, a las películas de Drácula y seguiría con ella hasta la década del setenta. Cushing también haría algunas más y siempre será un lujo verles compartir pantalla. Las novias de Drácula es una figura necesaria para completar el álbum pero no una de las importantes.