Amar el cine de terror no tiene medias tintas, si a uno le gusta el género, hay películas que son un imán imposible de evitar. La evocación del género de la década del ochenta y el esplendor del VHS son algo que le llega al corazón de los seguidores del cine de terror antes de la era de los efectos digitales. Cada barbaridad sangrienta que aparece en la pantalla es producto de efectos especiales, a diferencia del cine actual, donde los efectos visuales, hechos en postproducción, son lo más común.
Las reglas del terror (Scare Package, 2019) empieza como un juego de metalenguaje, donde un personaje da cuenta de los lugares comunes del género. Son chistes muy malos con un presupuesto muy bajo. Pero un seguidor del cine de terror no se rinde fácilmente. Aunque parezca mentira, ese comienzo atroz es lo peor de la película, que luego, en su condición de cine berreta, va tomando su tono y volviéndose un poco más simpática.
En su estructura de película con episodios, la narración se centra en el dueño de un videoclub amante del cine de terror. El dueño del Rad Chad’s Horror Emporium busca un nuevo empleado, lo que ofende a su cliente más leal, quien aspira al puesto. Con esa excusa se multiplican las historias de terror en una serie de cortometrajes que parodian al género al mismo tiempo que lo practican. El gore ochentoso va creciendo a cada minuto y aunque la película es mala, se hace querer entre tanta sangre, tripas y amputaciones. La cosa sana y catártica que tanto amamos del cine de terror.