Las vidas de Sing Sing (Sing Sing, Estados Unidos, 2024) cuenta la historia de un pequeño grupo de presos encarcelados en el Centro Correccional Sing Sing, una de las prisiones de máxima seguridad más famosas del mundo, se propone montar su propia obra teatral como parte de un taller de teatro. A través de las artes escénicas, estos hombres consiguen ver el mundo como un lugar por el que luchar. Y una estrella de cine, Colman Domingo, conseguirá un lugar donde obtener premios a la actuación políticamente correcta. Sí, Domingo es talentoso y carismático, pero los premios obtenidos por este trabajo no son producto de la actuación sino del mensaje político de la película.
La mitad de los que actúan son verdaderos presos que han trabajado en ese programa realizando una obra tras otra. Es un ejercicio divertido y también esclarecedor, intentar adivinar cuál es actor profesional y cuál un recluso convertido en intérprete teatral. En esa forma de borrar la barrera entre ficción y documental la película encuentra su interés, así como en la desprejuiciada manera en la cuál estos delincuentes comunes no tienen ningún marco teórico para respetar códigos o géneros de la tradición teatral universal. Es más divertida la película al recordarla que al verla. La sensibilidad de cada país y de cada época le dará a este largometraje más o menos simpatía a los personajes. Para muchos espectadores, dependiendo del contexto, la conexión se vuelve escasa o nula. La corrección política está demasiado pegada al argumento progresista del film y nunca logra un nivel artístico tan alto como para que nos olvidemos de ello. Colman Domingo, de todos modos, puede irse a dormir en paz, su aporte social está hecho.