La película transcurre en el año 1955, el San Bernardino, Paraguay. En esta comunidad conviven colonos alemanes con las familias paraguayas. En ese lugar está Justino, un niño a punto de entrar en la adolescencia y que ha perdido a su padre, lo que lo obliga a madurar antes de tiempo. Justino consigue entrar en el colegio alemán del lugar, donde empieza a sentirse atraído por un compañera de escuela a la vez que se fascina con su maestra. Pero la maestra se siente atraída, a su vez, por la figura de un solitario alemán vinculado con el nazismo.
El director Arnaldo André, famoso por su extensa carrera como actor, construye de forma sobria una historia de recuerdos de infancia. No pretende construir una obra maestra ni llamar la atención sobre su propio trabajo. Cuenta de forma sincera y auténtica un mundo al que parece sentirse muy apegado. Las imágenes de ese pasado, plagadas de detalles de época, no están mostradas desde la mirada adulta y ya pensada del director, sino de cómo las veía en la infancia. No hay una mirada que juzgue, solo una contenida y cálida memoria de los años claves en la vida de un niño, justamente cuando deja de serlo.
El casting de la película es muy bueno y el niño protagonista tiene todos los elementos para sostener lo mencionado en los párrafos anteriores. Que el realizador haya sido más fiel a los recuerdos de la infancia que a juzgarlos del presente hace que la película no cargue las tintas sobre lo político sino que se acerque más a la belleza y las posibilidades del cine. Como un Amarcord de perfil bajo, la historia es un viaje al pasado visto con ternura e inocencia.