Ya no es gracioso lo que hace Netflix. Sus superproducciones son cada vez peores y no sirven ni siquiera para ofenderse. Están al borde de no ser cine y convertirse en algo diferente que tampoco es televisión. ¿Streaming Film? ¿Contenido de dos horas? Sólo parecen un gastadero de plata en la cual todos los involucrados parecen haber participado de todo el lujo mundial pero sin lograr que se vea genuinamente de primera calidad. Grandes locaciones, fiestas, autos caros, estrellas de sueldos altos y lanzamientos enormes. Nada, pero nada de todo lo mencionado tiene aquí relación directa con la idea de hacer una película. Las películas de grandes robos con elencos corales multinacionales no son un invento actual. De hecho el director de Lift: un robo de primera clase (Estados Unidos, 2024) es F. Gary Gray, un director con algunas buenas películas que en el año 2003 dirigió The Italian Job, la remake del clásico film de robo de oro hecho en la década del sesenta. Acá también hay robo de oro, así que es posible que por eso es por lo que lo llamaron al realizador en cuestión.
Cyrus (Kevin Hart), es el mejor ladrón del mundo y lidera un equipo de ladrones formado por el maestro del disfraz Denton (Vincent D´Onofrio, la piloto Camila (Úrsula Corberó), el hacker Mi-Sun, el ladrón de cajas fuertes Magnus (Billy Magnussen) y el ingeniero Luke. Realizan dos robos simultáneos: roban un cuadro de Van Gogh en Londres mientras escenifican el falso secuestro del reconocido artista de NFT N8 en Venecia. Ese es el comienzo de la película y no el robo central. La agente de Interpol Abby Gladwell (Gugu Mbatha-Raw), con quien Cyrus ha tenido una breve aventura, descubre pruebas que implican a Denton, Luke y Magnus en los robos. Aunque su deseo inicial es encarcelarlos, su superior (Sam Worthington) le pide que reclute a los ladrones para realizar un intrépido robo que evitará un ataque terrorista y ayudará a capturar al banquero y cerebro terrorista Lars Jorgenson (Jean Reno). El robo consiste en quedarse con un cargamento de oro mientras es trasladado en un avión.
La fealdad estética de Lift es posiblemente una de sus mayores características. La acción es fea, los efectos son feos, los encuadres, los primeros planos, el montaje, todo se ve caro y barato a la vez. Por supuesto que el guión es de una película clase Z, de esas de las que todo el mundo se burla y un puñado las defiende como consumo irónico. La película no está en el mundo real, pero tampoco es una fantasía, un largometraje de animación o un universo nuevo. No está en la realidad porque nada se ve auténtico desde lo cinematográfico. Un género tan simpático y tribunero como el de la banda que hace un robo imposible le ha dado al planeta muchas alegrías. Pero aquí hasta la extraña melancolía y ambigüedad que el género supo tener se pierde en el camino. Una pérdida de tiempo que se adivina desde un comienzo. Sólo ha valido la pena soportar Lift completa para terminar diciéndole a todos los que leen esta nota que no la vean.