Un mago mediocre, Héctor P. Valenti (Javier Bardem) encuentra al que parece ser el compañero ideal para volverse un éxito: un cocodrilo que canta. No habla, solo canta. Es un pequeño espécimen al que entrena para convertirlo en parte del mundo del espectáculo. Pero el cocodrilo sufre pánico escénico y todos creen que es mentira que puedan cantar. Lilo (así ha sido nombrado por Valenti) y Héctor se separan, porque el mago pierde todo y debe abandonar su casa en Nueva York por las deudas.
Cuando tiempo más tarde la familia Primm se muda a la ciudad, se encontrarán a Lilo, pero ya convertido en un cocodrilo tamaño adulto. El primero en verlo es Josh, el niño asmático e inseguro al que le cuesta abrirse camino en su nuevo mundo. Sus padres tampoco están del todo felices, pero la simpatía de Lilo y su talento para cantar pueden ser el cambio de humor que todos necesitan. No será fácil pasar desapercibidos con semejante bestia y un vecino cascarrabias es la peor amenaza que sufren.
Lilo, Lilo, Cocodrilo es la película más obvia y simple del mundo. No deja lugar común sin recorrer y las canciones son exactamente eso. Para quienes la vean en inglés, la voz de Shawn Mendes como el cocodrilo cantante puede ser un valor extra. Los actores dan todo lo mejor que tienen, más aún si se tiene en cuenta que el cocodrilo es digital. Javier Bardem demuestra que se toma en serio cualquier trabajo que le toque, incluso uno como este. Nos alegramos por él. La película es intrascendente en absolutamente todos los aspectos posibles.