Qué mala es Linda, mala con ganas, con firmeza, con seguridad. Tomarse tan en serio a sí misma una película tan ridícula es un arte muy particular. Porque una película mala pero humilde, puede dar la vuelta y terminar siendo simpática. No es este el caso, por supuesto. Linda es una película mala y fea, un compendio de los lugares comunes del cine actual con un retrato social que no recorre ni un solo espacio nuevo y a la vez nos recuerda muchos ejemplos anteriores. Ah, sí, la burguesía, la clase media alta, la hipocresía del matrimonio y la familia. Todo desnudado y puesto en duda por la presencia de un cuerpo extraño, del que viene de afuera y muestra todas las grietas. El tema es conocido y les corresponde sólo a los burgueses producir y consumir estos productos. Barbilla en mano, podemos reflexionar sobre la sociedad que hemos construido. Y linda, la protagonista, es esa fuerza externa que amenaza con volarlo todo. A veces las películas funcionan más en la teoría que en la práctica y ese es un caso.
La protagonista es Linda y es interpretada de forma completamente inverosímil y accidentalmente cómica por la actriz Eugenia Suárez. Es una joven humilde que ingresa a trabajar como empleada doméstica en la casa de una familia adinerada. Sin sutilezas su estadía en la casa genera en los miembros de toda la familia una atracción sexual, que los lleva a tener un momento de intimidad con ella. Todos y cada uno de ellos, madre, padre y los dos hijos, caen y buscan caer en las redes de esta misteriosa mujer. Es un poco bochornoso y ridículo pero uno intenta seguir la lógica del guión. Ser Claude Chabrol o Bong Joon-ho requiere algo más que una mirada crítica sobre la burguesía y la lucha de clases. Ni hablar del análisis de las conductas humanas, la sexualidad y el poder. Todo lo que puede resultar interesante en Linda es lo que no se cuenta o se mantiene ambiguo. Su reflexión es sencilla y obvia, supongo que para algunos eso alcanza.