Los caballeros del Zodiaco no le pertenece a nadie más que a su fandom. Sus fieles seguidores podrán disfrutar o sufrir con cada escena, quedarse días o semanas debatiendo cada momento, regresando a la sala para poder entender cada mínimo detalle. Fuera de ese grupo de fanáticos expertos, la película no tiene nada para ofrecer, pero absolutamente nada, en serio. Se trata de uno de los peores títulos que se han estrenado en los últimos años. Prácticamente no hay película. Es asombroso como la certeza de apuntar a los fans exclusivamente ha llevado a los realizadores a despreocuparse por las más mínimas reglas del lenguaje cinematográfico o el sentido común.
Atenea, la diosa de la sabiduría y de la guerra ha reencarnado en el cuerpo de una joven llamada Sienna (Madison Iseman) para combatir las fuerzas del mal que desean dominar la Tierra. Seiya (Mackenyu) es un joven que ha crecido en las calles y pasa el tiempo luchando por dinero mientras busca a su hermana secuestrada. Cuando en una de sus peleas se le revelan poderes místicos que desconocía, Seiya se ve inmerso en un mundo completamente nuevo para él. Ahora sabe que es el elegido para proteger a la diosa reencarnada, pero tiene un largo camino para aceptar su destino y aprender a estar a la altura de su misión.
Los efectos visuales feos, los diálogos pomposos y mediocres, las actuaciones por debajo de lo tolerable y la idea total de que sólo hemos visto un prólogo convierten a las dos horas de este largometraje en una estafa para los espectadores. Sean Bean y Famke Janssen deambulan por el largometraje con cierta confusión y Mark Dacascos deja todo lo que tiene para darle dignidad a su papel. Hasta los últimos minutos la sensación general es que ignoraron la lógica de trabajar con actores en lugar de animé. Pero el final de Los caballeros del Zodiaco es tan malo, que cualquier análisis le queda grande. Cara pero barata, así se ve esta coproducción entre Japón, Hungría y Estados Unidos.