Una frase presentaba una muestra sobre Sherlock Holmes organizada hace unos años por el Museum of London: “El hombre que nunca existió y nunca morirá”. Es el resumen perfecto del personaje de ficción más popular y reconocido del mundo. Sherlock es famoso incluso para aquellos que no han leído ni un solo libro protagonizado por él. Su fama es tan grande que su propio creador, sir Arthur Conan Doyle, quiso matarlo y no pudo. Hay algo en el personaje que ha funcionado en el imaginario popular como ningún otro.
Más de doscientas cincuenta veces el personaje ha sido adaptado al cine y la televisión. Este récord absoluto como el personaje que más veces fue llevado a las pantallas sigue creciendo año tras año y Los irregulares es un nuevo acercamiento a Sherlock Holmes y el Dr. John Watson, aunque sean personajes secundarios. Cualquier admirador del detective de Baker Street disfruta viendo esas nuevas versiones, incluso aquella que resultan ofensivas o tontas, porque aun en esos casos confirman la vigencia del personaje.
Los irregulares transcurre en Londres en la época Victoriana, más exactamente en la última etapa, donde las tensiones sociales estaban en un momento particularmente crítico. Los personajes no son una creación para esta serie, sino que aparecieron en algunas aventuras en los libros de Arthur Conan Doyle. Figuran en dos novelas: Un estudio en escarlata (1887), nada menos que el primer libro del detective y también en El signo de los cuatro (1890). También aparece en el relato Un tratado naval, una de las historias incluidas en Las memorias de Sherlock Holmes (1894). Este último cuento también se lo conoce como La aventura del jorobado. Los irregulares también han aparecido en películas, series de televisión -llegando incluso a protagonizar una de ellas- y también en videojuegos. Esta versión de Netflix se suma a esa lista, no la inventa. Bienvenido sea este nuevo punto de vista que, con virtudes y defecto cumple con el mandato de mantener viva la llama de los personajes creados por Conan Doyle.
En el primero de los ocho episodios que conforman la serie, queda claro que los protagonistas son los adolescentes de la calle y no el detective. Que sean claramente adolescentes le permite a la serie sacarse de encima algunos problemas pero tal vez le quita algo de realismo, ya que un par de ellos ya serían considerados adultos en aquel momento. Esta pandilla, que emula a los personajes de Oliver Twist de Charles Dickens, llevará adelante las investigaciones que les encarga el Dr. Watson. La ausencia de Holmes en los primeros episodios hace sospechar que nunca aparecerá, pero esto irá cambiando a medida que avanza la serie. Los admiradores del personaje se sorprenderán con el aspecto del detective, pero si son verdaderos seguidores aceptarán una nueva versión de él.
La líder de los irregulares es Bea, un joven que se ha criado en un hospicio, al igual que su hermana menor. Ellas dos, junto con otros dos jóvenes, forman parte de Los irregulares, una pequeña pandilla que ayuda a Watson a cambio de dinero. A ellos se les sumará Leopold, un príncipe que ha vivido toda una vida de encierro por padecer de hemofilia y que se escapa para formar parte de este grupo de aventureros marginales en las calles de Londres.
La serie tiene un colour-blind cast, es decir que se hace caso omiso de la raza de los actores a la hora de formar el elenco. Este es uno de los grandes debates del momento en lo que ha ficción respecta. Los defensores dicen que se combate el racismo y se pondera la diversidad. Los detractores dicen que este recurso en ficciones de época tiende a borrar los conflictos raciales de esos períodos, dando una versión falsa de la historia. En el caso de Sherlock Holmes, valdría recordar que ya ha pasado por este proceso y que, de hecho, casi todas las ficciones han pasado por alto algún elemento. Desde el consumo de drogas a la violencia, pasando por muchas otras cosas que, según el período en el cual se filmaron, prefirieron alterar elementos de los libros. Reclamarle eso a esta serie es un poco injusto, más cuando ya se han tomado tantas libertades en estos ciento veinte años de adaptaciones. Lo que si creo que está mal es festejar esto como un avance, como un combate contra la creación del escritor y su mirada blanca anglosajona. No es ni mejor ni peor, es algo diferente. Y el Sherlock Holmes original y sus adaptaciones pueden, si lo desean, centrarse en una sola raza. Si son de verdad sinceros quienes hicieron la serie, respetemos su decisión y no contemos a que razas pertenecen los personajes o si esto tiene alguna lógica histórica. Es lo que se usa hoy, habrá que ver a donde nos lleva.
Tal vez lo más raro en la serie sea la irrupción lisa y llana de lo sobrenatural. Se observa en ese aspecto un notable alejamiento de los textos originales y se pierde algo del enorme disfrute de las deducciones lógicas y las explicaciones acerca de lo que parecía inexplicable. Ojalá la segunda temporada los encuentre un poco más en la pesquisa detectivesca que en esto. Mirando con atención, el grupo de jóvenes está más cerca de los protagonistas de It de Stephen King que de la novela del siglo XIX donde nació Holmes.
Aceptando los cambios culturales y libertades que se toma, la serie es entretenida, la protagonista es muy carismática y la trama es atractiva. Es el mundo de Sherlock Holmes en versión adolescente del siglo XXI. Como es habitual, los personajes se van volviendo más interesantes para los espectadores a medida que avanzan los capítulos. Es una de series que no hace la diferencia pero que intriga acerca de lo que harán en la temporada dos. Podría cerrar esta nota con algún mal chiste sobre los libros de Sherlock Holmes, pero prefiero terminar con la solemne pero sincera recomendación de que busquen los libros y las doscientas cincuenta adaptaciones, ya con eso tienen para divertirse una vida completa.