Los muchachos de antes no usaban arsénico es una comedia negra estrenada en abril de 1976, dirigida por José Martínez Suárez y protagonizada por un cuarteto de figuras descollantes de la Edad de oro del cine argentino. El título es un juego con el título Los muchachos de antes no usaban gomina, la película de Manuel Romero de 1937, cuyo título, a su vez, provenía del tango Tiempos viejos del cual el propio Romero había hecho la letra en 1926. La palabra arsénico, por otro lado, parece derivar de Arsénico y encaje antiguo, la clásica comedia negra de Frank Capra de 1944.
Los muchachos de antes no usaban arsénico en el 2019 ha vuelto al centro de la atención porque Juan José Campanella estrena una remake llamada El cuento de las comadrejas. Aunque entre los cinéfilos la película de 1976 nunca fue olvidada, tal vez para la mayor parte del público suene título lejano o desconocido. Teniendo en cuenta el poco cuidado que hay en Argentina por preservar el cine, no es raro que los clásicos pasen al olvido por no estar fácilmente disponibles.
La historia de la película es muy sencilla, en una casa en el Tigre, alejada de todo, vive una estrella del cine clásico ya retirada. Como una Norma Desmond en versión argentina, mira sus propias películas recordando aquel pasado. No está sola, con ella viven tres ancianos. Su ex marido, que también fue actor pero muy secundario y ahora está en una silla de ruedas; su médico personal, ya viudo, y su administrador, quien también ha perdido a su mujer. Los tres ancianos, algo siniestros, son un trío que ha vivido a la sombra de la actriz y aun hoy tienen como único lugar donde parar la vieja casa.
Pero la vieja actriz, llamada Mara Ordaz, decide vender la casa. Esto altera a los tres hombres, que solo tienen como opción el geriátrico si ella realizada esa venta. Cuando llega una joven interesada en la compra, los tres hombres tramarán un plan siniestro para evitar que esto ocurra. Todo esto, claro, en clave de comedia negra, con constantes referencias a la vida de los propios artistas dentro y fuera de la trama.
José Martínez Suarez saltó a la fama con dos títulos claves de la Generación del 60: El Crack (1960) y Dar la cara (1962). Luego de una larga trayectoria como asistente en el cine clásico argentino –recordemos que es el hermano de Mirtha Legrand y obviamente también de Silvia- fue parte de ese cine de quiebre. Aun así, entre Martínez Suárez y las estrellas de aquel momento se mantuvo un buen vínculo que se aprovecha al máximo en Los muchachos de antes no usaban arsénico.
La veterana actriz la interpreta Mecha Ortiz, gran estrella del cine argentino, protagonista de varios clásicos fundamentales como Safo, historia de una pasión (1943), Camino del infierno (1946), Las tres ratas (1946) y Deshonra (1952) entre otras. El ex marido lo interpreta Arturo García Buhr, protagonista de Los chicos crecen (1942), Los isleros (1951), Después del silencio (1956) y Fin de fiesta (1960), por citar algunos títulos. El médico lo encarna Narciso Ibáñez Menta, actor española nacionalizado argentino que además de algunos títulos vinculados con el melodrama se convirtió el rostro y nombre más importante del cine, del teatro y sobre todo la televisión de terror en Argentina. Desde Una luz en la ventana (1942) a Obras maestras del terror (1960) su nombre brilló en el género, pero no fue lo único que hizo. En televisión su carrera es descomunal, con enormes éxitos también vinculados al terror. Mario Soffici, el administrador, fue actor, pero su papel fundamental en la historia del cine argentino fue como director. Algunos de sus muchos films alcanzan para mostrar su importancia: Kilómetro 111 (1938), Prisioneros de la tierra (1939), Tres hombres del río (1943), La cabalgata del circo (1945), El extraño caso del hombre y la bestia (1951), Barrio gris (1954) y Rosaura a las diez (1958). La joven que viene a comprar la casa es Bárbara Mujica quien, no por casualidad, trabajó en varios títulos del cine que representó a una nueva generación, como Edad difícil (1956) y La casa del ángel (1957).
No es muy común que el cine argentino haga referencias a su propia historia, la cinematografía nacional no es muy cinéfila, al menos no hacia adentro, pero esta película arranca con Mecha Ortiz viendo Madame Bovary, el clásico de Flaubert llevada a la pantalla por Carlos Schlieper en 1947 y protagonizada por la propia Mecha Ortiz en uno de sus roles más importantes. Más adelante, en la trama, se hará una referencia al director Mario Soffici y la hará el propio Soffici, en un guiño que, insisto, es poco habitual en nuestro cine.
Hay varios temas que se pueden encontrar en Los muchachos de antes no usaban arsénico, todos ellos vinculados con el enfrentamiento entre dos fuerzas. Los viejos que desean mantener las cosas como están mientras alguien desea desplazarlos es un tema que recorrió el cine mundial durante la década anterior y también del setenta, pero en la Argentina, en una década de enorme convulsión y violencia, esto cobra un sentido extra. La película fue estrenada pocos días después del Golpe militar que llevaría a la última dictadura en la República Argentina. Mucho de eso se percibe en la claustrofobia y negrura del film. No sé cuántos subtextos hay vinculados con esto, pero deseadas o no, las interpretaciones se abren paso con todo lo que se ve. Menos oscuro pero con la misma idea se puede hablar de una tensión entre el viejo cine argentino o el cine argentino clásico contra la nueva generación, algo de lo que Martínez Suárez sabía mucho. Ancianos contra jóvenes, nuevos contra viejos, clásicos contra modernos, todo entra en esta muy divertida comedia negra con varias líneas de diálogo brillantes, producto del guión de José Martínez Suárez y Gius.
La película fue enviada a competir por la preselección para los Oscars a Mejor película extranjera pero aunque ha llegado información de que pasó las primeras instancias, lamentablemente no llegó a las cinco nominadas finales. No olvidemos que un par de años atrás La tregua había alcanzado la tan deseada nominación. Ahora la misma historia es dirigida por un ganador del Oscar, Juan José Campanella, habrá que ver si tiene la misma suerte o no. Tampoco es que sea importante para la película de 1976, esta pequeña joya vale por sí misma y no por los premios obtenidos. Hoy se puede ver como una buena comedia y a la vez como un espejo de las tensiones y temas de aquel momento.