Martes 13 (Friday the 13th, Estados Unidos 1980) es una de las películas slasher más famosas e importantes de la historia del cine. Se trata de una producción independiente que se subió rápidamente al éxito de Noche de brujas (Halloween, 1978) de John Carpenter. Es ya de por sí un mérito haberlo logrado tan rápido y haber hallado, a la vez, el único título posible para competir con ese otro clásico del slasher. Es posible que el presupuesto limitado haya obligado al director Sean S. Cunningham a mantener las cosas simples, pero como sea, logró armar una película que incluso con todas sus limitaciones encontró su merecido espacio en un género tan prolífico como es el cine de terror.
Martes 13 se inscribe en la variante venganza de este tipo de películas. Aunque muchas de esas venganzas son olvidadas por los espectadores, acá, en la película inicial de la serie, queda muy claro todo: en el año 1958 dos coordinadores de un campo de verano en Crystal Lake son asesinados mientras se esconden en una cabaña de almacenamiento para tener sexo. En 1979, un nuevo grupo llega al lugar, ya cerrado, con la intención de volver a habilitarlo, pero les advierten que una historia de violencia pesa sobre el lugar a partir de que en 1957 un descuido de los coordinadores provocó que un niño (luego conoceremos su nombre, Jason Voorhees) se ahogara en el lago. Los jóvenes desoyen estos avisos y, por supuesto, pronto se verán sometidos a una violenta cacería dentro del campo.
Películas como Martes 13 hoy son moneda corriente, incluso son tantas que no alcanza una vida para verlas. Pero en 1980 todavía no se había explotado el género hasta llegar al hartazgo. Por supuesto no era una novedad, y desde Psicosis y Peeping Tom, ambas de 1960, que los asesinos seriales se volvieron más frecuentes, en particular por la caída de la censura. Martes 13 marcó un antes y un después en lo que refiere al grupo de adolescentes en un lugar aislado que son asesinados por un brutal asesino, generalmente armado con elementos cortopunzantes, no con armas de fuego. Acá las armas del asesino varían y todas tienen un efecto parecido. Aunque se la vivió en su momento como una película muy sangrienta, hoy es mucho más tolerable que el cine slasher contemporáneo, donde la tecnología permite realizar cualquier truco terrible a la hora de mostrar asesinatos de forma explícita. El presupuesto tampoco permitía hacer cualquier cosa. En la variedad está el gusto y Martes 13 es generosa en el aspecto de la violencia, hay asesinato para todos los gustos. También hay una vuelta de tuerca al final y una sorpresa que funciona demasiado bien para nuestros corazones que saltan en ese momento. Tiene, además, una final girl de manual. Como regalo extra está Kevin Bacon, antes de convertirse en la estrella de Footloose (1984).
Con lo pequeña y limitada que es, Martes 13 tiene la dignidad de las buenas películas independientes. Costó 550.000 dólares y recaudó, cuando fue vendida y distribuida por grandes estudios, 60 millones de dólares. No se distrae tanto ni exagera los giros, aún cuando la batalla entre asesino y final girl se extienda demasiado, y concluye lista para tener un sinfín de secuelas. Se nota mucho la influencia de Alfred Hitchcock y Psicosis, desde la banda de sonido a la construcción de personajes hasta las vueltas de tuerca. También toma mucho de Brian De Palma y todo el cine que hizo en los setentas, incluyendo Carrie (1978). A la hora de tomar cosas de otros títulos el guionista y el director no fueron tímidos. Cuando vemos estos slashers juveniles los vemos con el tamiz no solo del adocenamiento, sino también de la auto conciencia de Scream (1996), volver a ver Martes 13 la ubica en el lugar que se merece: el corazón de los que amamos el cine de terror y respetamos los clásicos por todo lo que significan para la historia del género.