Cuarenta años atrás recuerdo los documentales sobre animales que pasaban en los pocos canales de aire que teníamos para ver. Era apasionante conocer los comportamientos de las diferentes especies pero también era fascinante ver la maestría con la cual los habían filmado. Hoy las posibilidades parecen infinitas, canales enteros están dedicados a mostrar la vida animal. El mundo, por otra parte, ha adquirido una conciencia con respecto a la naturaleza aun mayor a la que había décadas atrás. Lograr que un documental sobre animales se destaque en la grilla del streaming no es tarea tan sencilla. Mi maestro el pulpo se ha convertido en un verdadero fenómeno por varios motivos. Uno porque en esta época el cuidado del medio ambiente y las especies es un tema importante. Otro punto es que el 2020 ha sido un año de incertidumbre, angustia y un cuestionamiento general de la sociedad en su conjunto. Un gran dilema existencial que atacó al planeta de las más variadas maneras. En ese contexto, y sin proponérselo, la película alude a ese estado de ánimo que ya existía pero se vio potenciado en estos meses. Finalmente, la película es visualmente muy impactante y está llena de ideas sorprendentes en lo que a imagen se refiere. La historia que cuenta tiene drama, tiene principio, desarrollo y fin. Una película mucho más clásica que el promedio de documentales sobre el mundo animal.
Tal vez el gancho es que no es estrictamente un documental sobre el mundo animal, sino que lo uso para reflexionar sobre otras cosas. El cineasta sudafricano Craig Foster, en una crisis personal, redescubre su pasión por el buceo, algo que había practicado desde su infancia y luego abandonado. Se sumerge en un bosque de algas y allí descubre una imagen que lo impacta. Un pulpo se ha camuflado de manera insólita, de una manera que Craig no sabía podía ocurrir. Recién se da cuenta de que es un pulpo (una hembra de pulpo, algo importante de saber en el desarrollo de la historia) cuando suelte todos los elementos que usó para esconder. Craig tiene una epifanía y cree que lo que ha visto es solo la punta de algo mucho más complejo.
Craig dedicará entonces sus días a visitar a diario al pulpo, generando un vínculo de confianza y una amistad que se irá afianzando de manera inesperada. La película, con mil trucos de puesta en escena que no nos interesa conocer, va mostrando la inteligencia del pulpo, sus estrategias e incluso su sentido del juego. La película está llena de información y sorprende todo el tiempo. Para la mayoría de los espectadores del mundo, este documental representará la primera vez que ven algo dentro de este estilo. Con eso la película ya sale ganando y justifica su visión.
Después, y por momentos de manera un poco imprudente, la voz en off cae en el vicio de humanizar el comportamiento del pulpo y construir ideas que la película no corrobora y los estudios sobre la especie todavía menos. Le agrega excesivo drama a algunas situaciones y se pone, aunque sea brevemente, en el peligroso lugar de bajar línea. Pero una vez más, hay varias escenas que son únicas y no se parecen a nada. Cualquiera que sienta amor por la naturaleza disfrutará de la información pura que contiene el film y de las imágenes nunca vistas de los comportamientos del animal. Se le perdonará al protagonista su protagonismo y se disfrutará muy bien de la película. En épocas de enorme incertidumbre, una película así son ochenta y cinco minutos de entrar en otro mundo y aprender sobre el planeta donde vivimos. La amistad de los dos protagonistas tiene momentos de gran belleza y emoción.