LA MÍTICA VERDAD
Es posible que lo primero que llame la atención de la ópera prima de Tony Gilroy (guionista de la saga de Bourne, entre otros trabajos) sea la perfección que ostenta su primera capa de representación, es decir, en su parte formal. La cohesión que se da entre lo narrativo, los rubros técnicos iluminación, edición, sonido y las actuaciones, conforma un todo equilibrado y ordenado. Pero si puede decirse que Michael Clayton es un film logrado, o interesante, o simplemente una muy buena película, se debe a que es más que la suma de sus aspectos técnicos. Mejor dicho: esa suma es tan funcional que actúa como la llave perfecta, el puente ideal para que el espectador pueda entrar en las otras capas de representación, las simbólicas, que ponen de manifiesto los aspectos emocionales, políticos y éticos de la historia.
Arthur Edens (Tom Wilkinson), importante abogado de la corporación Kenner, Bach & Ledeen, está al frente de la defensa de la compañía agroquímica U-North, demandada por varios ciudadanos por presunto envenenamiento. En medio de una audiencia, el abogado parece sufrir un brote psicótico. Ese es el punto de quiebre para el personaje que pasará de defensor a principal enemigo de U-North y el comienzo de la historia de la película (aunque cronológicamente el relato esté levemente alterado). Porque debido a este hecho, el buffet de abogados, que pretende tener todo bajo control para no entorpecer la inminente fusión con un conglomerado inglés, envía a Michael Clayton (George Clooney) a controlar a Edens y a tranquilizar a la responsable de U-Noth, la temerosa e insegura Karen Crowder (Tilda Swinton). Y lo que hace Clayton es, sobre todo, intentar contener a su par y amigo para así aliviar a sus jefes. El objetivo de Clayton es obtener un préstamo por parte de la firma de abogados para cubrir una deuda personal. Y en este punto se abre una diferencia entre los dos personajes, que pone de manifiesto la dimensión de Arthur, quien luego de radicalizar su posición contra U-North es tratado, básicamente, como un loco. Por ese lado apunta también la contención que intenta Clayton.
Pero Arthur Edens (Arturo: nombre mítico, Edenes: apellido místico) intenta hacerle ver a su amigo que se trata de otra cosa. Pretende mostrarle la verdad que Clayton no quiere ver. En una escena importante, mantienen una charla intensa en la que Arthur lo tilda de cobrador (bagman) y le pide que sea un héroe. Arthur ya le había planteado por qué había decidido cambiar de bando, por qué ya no soportaba mentir, y le preguntaba si defender una empresa asesina era su grial. La postura política del hasta ese momento implacable abogado tiene tintes míticos y místicos (el grial, es el objeto mítico y místico por excelencia). Es como si su mirada del mundo hubiera cobrado otra dimensión, y al materialismo y cinismo desbordado del mundo empresarial (al que pertenecen también los abogados) le opone una conducta de otro orden que, inevitablemente, es tomada como locura. Para reforzar esto hay un par de detalles muy significativos (el film es riquísimo en estas sutilezas): en medio de esa charla, Arthur le ofrece a Clayton un poco de pan. A través de este símbolo inequívoco de comunión, le pide que esté de su lado, que confíe en él y en su cruzada. Clayton no acepta la invitación (toma el pan sin atención alguna, interpretando el acto como una incoherencia más).
El otro detalle tiene que ver con un libro que lee el hijo de Clayton, titulado Realm and conquest. El niño intenta en vano que su padre lo lea. Sin embargo, el que sí lo hace es Arthur, quien encuentra en la historia épica y mítica de ese libro varias similitudes con la propia, y eso lo lleva a utilizar el escrito como inspiración para armar el documento que debería derrumbar la mentira de U-Norht. Otra vez: la forma que encuentra Arthur para combatir no es sólo la de las leyes, sino que responde además a una demanda interior que se le presenta de forma mítica. La verdad para Arthur no sólo está en el mundo material de los acontecimientos.
Pero Clayton, en definitiva, protagonista del film, está claramente de este lado, del absolutamente material y materialista. Por eso no lee el libro, por eso no acepta la invitación de comunión de Arthur, por eso no quiere o no puede ver la verdad (hecho simbolizado en la no-lectura del libro que le recomienda su hijo). Sin embargo, termina por asumir una responsabilidad, tal vez un poco tarde, que lo lleva a continuar la tarea iniciada por su amigo. Y esa responsabilidad la asume cuando la verdad literalmente le explota en su cara. Esta transformación es también mostrada a través de detalles simbólicos: por un lado, Clayton atraviesa un puente que había aparecido en varias ocasiones, pero que hasta ese momento nunca había sido cruzado. Y una vez que el personaje lo cruza se topa con una imagen que se le vuelve epifanía: ve al costado de la ruta unos caballos entre dos árboles que le recuerdan a un dibujo que había descubierto al espiar el libro de Arthur (otro detalle más: cuando finalmente se acerca al libro, es decir, a la verdad, sólo lo hace a través del resumen de su amigo). Allí, finalmente, Clayton asume la posición política y ética que éste le había reclamado. Y actúa en consecuencia.
El film termina, luego del triunfo de Arthur Edens materializado en una acción policial de Michael Clayton, con la imagen de este último vagando dentro de un taxi, con algo de culpa, con la mirada perdida en ese mismo mundo moderno en el que Tony Gilroy imaginó una historia mítica (ética) y épica (política) disfrazada de thriller de abogados.