No es sorprendente encontrar un documental panfletario en el cine argentino. El cine documental hecho sin ética y en favor del poder, se convierte en cine de propaganda. Aun así, valga una aclaración: Milagro, la película fue realizada en el año 2018, por lo cual la definición correcta en aquel momento hubiera sido cine panfletario, su condición de cine de propaganda la adquiere ahora, cuando se estrena en el 2020, estando en la presidencia la gente que respalda a Milagro Sala. Incluso se alteró el montaje para actualizar el film y colocar al presidente de la Nación Alberto Fernández. Como ocurrió con La hora de los hornos (1968) –salvando las distancias, por favor- que fue alterada cuando el peronismo volvió al poder y Pino Solas buscó congraciarse con Perón y alejarse de la imagen del Che.
Este documental semi profesional, realizado con visible torpeza y falta de criterio estético, es uno de los puntos más bajo de la maquinaría de propaganda del kirchnerismo. Aunque el cine documental hace décadas no tiene la llegada popular como para propagar ideologías políticas de forma masiva, este grupo político actúa como si estuviéramos en las décadas previas a la aparición de la televisión y creer que pueden hacer el cambio con estos films. El disparate de Néstor Kirchner: la película, cuyas cuentas y gastos nunca conoceremos, fue estrenado en el Luna Park, señal clara de la mirada antigua, mesiánica y corrupta de quienes estuvieron delante y detrás de cámara. Luego hubo muchos otros films, hasta que Tristán Bauer decidió, para prolongar su mediocre y errática filmografía, hacer un documental llamado El camino de Santiago, en teoría co escrito por Florencia Kirchner, con voz en off de Darío Grandinetti, y donde se intentaba prolongar las mentiras acerca de la muerte de Santiago Maldonado, el joven utilizado por el kirchnerismo para atacar al gobierno democrático de Mauricio Macri. Cuando la fórmula Fernández-Fernández de Kirchner ya había ganado las elecciones y Tristán Bauer fuera elegido ministro de cultura de la nación, sin ningún pudor se estreno el infame film de propaganda Tierra arrasada, usando todos los trucos y discursos ya conocidos y escupiendo para arriba al describir una crisis económica en la que según el director el peronismo nunca tuvo nada que ver. Si no fueran, además, todos films tan horribles y mal hechos, alguna vez alguien debería estudiar el cine propagandístico de los años K.
Fuera del INCAA, se realizó Milagro, la película (2018/2020) dirigida por los no cineastas Cynthia García y Martín Adorno. No se sabe si en el 2020 recibió algún apoyo del INCAA, pero sí que se estrenó en la señal de cable CINEAR y en la plataforma de streaming del mismo nombre. Todo film realizado en Argentina merece ser difundido, siempre, sea bueno, malo o pésimo. Lo que sorprende es la cantidad de difusión que recibió del INCAA, muy superior a la que han recibido este año los film que sí recibieron apoyo del Instituto para su realización. Nadie nunca investigará estas cosas, por eso vaya uno a saber que hay detrás de esto. Se multiplicaron también notas para defender el film pero sin críticas, más bien todas publinotas. Todo esto está fuera del film, pasemos a la película.
La película está centrada en la figura de Milagro Sala, creadora y líder del movimiento social jujeño Tupac Amaru, a partir de entrevistas realizadas a ella en su cómodo domicilio de San Salvador de Jujuy, dónde hacia 1000 días que estaba –aun lo está- en arresto domiciliario. No estaba permitido filmar estas entrevistas a Sala, pero que le hace una raya más al tigre, dirá con razón el lector. Además de ella hay entrevistas a todas las personas que piensan como ella. Como Elizabeth Gómez Alcorta, quién fuera defensora de Milagro Sala hasta asumir como Ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación Argentina para el gobierno actual. También aparecen, Horacio Verbitsky, que parece ser quién sostiene las ideas del film, más que sus directores, y Eugenio Zaffaroni, cuyos antecedentes no es necesario repetir aquí.
La película, cuyo autor real acabamos de poner en duda, repite el esquema de antinomias desfasadas en el tiempo, uno de las falacias favoritas del kirchnerismo. Milagro Sala lucha, según el film, contra el conquistador español y la dictadura militar. Sí, desde el siglo XXI, en un truco de ciencia ficción digno de admiración. Zaffaroni dice que no hay estado de derecho si hay una presa política como Milagro Sala. No se sabe si esto sigue siendo así para él en el 2020, porque, como corresponde, Milagro Sala cumple la condena que la justicia dictaminó y no tiene relación con lo político.
La película, mostrando un espíritu cipayo inesperado, repite una y otra vez que hay europeos que han defendido a Milagro Sala. Al parecer, según los directores, una defensa europea vale más que una defensa latinoamericana. También queda en evidencia que el progresismo mundial es capaz de firmar cualquier solicitada sin haber investigado en lo más mínimo un tema. Peteco Carabajal aparece cantando una canción, con videoclip incluido, para ganar unos minutos. A este documental no le faltan canciones, hay que reconocerle eso. Tampoco está ausente la obsesión de Milagro Sala por las piletas de natación. Ese detalle, en cualquier documental hecho por gente con sensibilidad, hubiera sido todo un tema a explorar, acá parece una bajada de línea que Sala ordenó y nadie se animó a interpretar.
Dos detalles finales definen la nulidad de la propuesta a nivel estético y ético. En primer lugar el hecho de que cada discurso de Mauricio Macri sea acelerado hasta que su voz se distorsiona y se vuelve ridícula. En la clase 1 de ética del documental, se enseña que quien hace eso no solo falta a la ética y la honestidad, también es un animal en lo estético. Mal cine y cine malo, para resumirlo. Pero además, tratando de arrimarse al presente, la película mete una charla entre Alberto Fernández y Rafael Correa donde se habla del lawfare y donde un cartel nos aclara que Alberto Fernández es el presidente de Argentina. En el 2018 no lo era, pero la película se actualiza para presionar vaya uno a saber a quién.
La defensa de Milagro Sala ocupa menos espacio que los ataques a otros, lo que define muy bien como ella y el kirchnerismo entienden la política. Sobre los aspectos más siniestros de ella no se dice una sola palabra, porque el documental panfletario es, por definición, deshonesto y parcial. Aburrida, torpe, con faltas de ortografía en los carteles que aparecen en pantalla, difícil de mirar, y además sin ningún valor moral. Pero se hizo, está disponible y es parte de la filmografía política del cine argentino, nos guste o no.