En el regreso de los cines a la ciudad de Buenos Aires aparece Monster Hunter (2020) una de esas películas de gran espectáculo que suelen ser utilizadas para justificar el acto de ir a ver cine a una sala grande y abandonar el living de casa. Pero lo que vale la pena ver en cine no son las películas más grandotas, sino las mejores. Las esperanzas de disfrutar un gran espectáculo se van apagando a medida que Monster Hunter nos recuerda que una película mala es mala, en cine, en casa, en un avión o en un teléfono.
La película muestra un mundo de fantasía con barcos del siglo XIX peleando contra monstruos gigantes. Luego salta a nuestro mundo en el presente y muestra a la capitana Artemis (Milla Jovovich) y un grupo de soldados de la ONU en misión son transportados de golpe al nuevo mundo de cuya existencia ninguno de los militares estaba enterado. Cuando aparece el primer monstruo descomunal no tienen tiempo para reaccionar o entender, deben huir lo más rápido posible mientras intentan detener el ataque. Un habitante misterioso de ese mundo será la única clave que tal vez les permita sobrevivir e incluso combatir al enemigo.
Dos escenas espectaculares al inicio llaman la atención en esta película basada en la popular serie de videojuegos. Pero cuando uno cree que hay más, la película se estanca y no ofrece nada interesante. Intenta agregar pasos de comedia entre la capitana y el desconocido logrando solo generar más vergüenza que otra cosa y las escenas de acción no le importan a nadie. El gran creador de entretenimientos de gran escala pero dudosa calidad Paul W. S. Anderson no consigue aquí un poco de su encantadora máquina de dirigir bodrios aceptables. Atrás quedó aquella primera película de Resident Evil, donde justamente lanzó a Milla Jovovich al estrellato de cine de acción en una saga mediocre pero adictiva. Juntos hicieron una versión imposible de Los tres mosqueteros pero incluso ese film era mejor que esto.
Eligieron filmar la película en África porque los paisajes les permitían darle a todo un contexto gigante, ideal para estas criaturas. Pero la película está tan pasada de rosca con las escalas que todo es demasiado grande, lejano, imposible de generar algún tipo de tensión. La curiosidad mayor es que las mejores escenas de acción están en el último tercio del film, cuando ya la irritación de esperar por un poco de entretenimiento ya se haya convertido en una siesta. Volvieron los cines, ahora faltan las películas.