Mowgli: Relatos del libro de la selva es un film de Warner que iba a estrenarse en el año 2016. Pero justo en ese año apareció otra versión de la película, dirigida por Jon Favreau para los estudios Disney y la película postergó su estreno. Aquella versión Disney era una remake parcial del clásico de animación con el cual el propio Walt Disney se despidió del cine. Para ser justos, tanto la versiones de 1967 como su remake, eran excelentes. No era una buena idea pegarle otra película basada en el famoso libro de Rudyard Kipling. Finalmente, y con algún pequeño paso por cines, se estrena a nivel mundial en Netflix esta nueva película inspirada en The Jungle Book (1894).
El original era un libro de relatos, la mayoría protagonizado por el personaje de Mowgli, un niño criado por lobos, con amigos animales, en particular un oso y una pantera, que vive una serie de aventuras en la selva de la India. Estos relatos, que funcionan como fábulas, donde la personalización de los animales es tomada como un hecho desde el comienzo. Se trata de relatos de carácter moral, que unidos dan una cosmovisión que ha dado pie a diferentes tipos de interpretaciones. Muchos han visto elementos alegóricos y reflexiones sobre la sociedad contemporánea en cada uno de ellos. No hay duda de que a través de estas historias y de la educación que recibe Mowgli en la jungla, el autor despliega una mirada muy clara sobre el mundo. Esto ha vuelto al libro trascendente y actual. La lealtad, la honestidad, el valor, la amistad, son todos temas que se ven en este libro. Las películas han captado diferentes aspectos de la obra, pero como ya he dicho, todas han encontrado su camino hacia la propia identidad artística.
Era difícil superar la espectacularidad de la versión del 2016 y la simpatía de la de 1967, pero Mowgli consigue encontrar su propio tono. No hay canciones pero sí los animales hablan con el protagonista, tampoco nos encontramos con la belleza de la versión de 1942, pero sí con una efectividad en el uso de los efectos en función del dramatismo. Aquí Mowgli también sobrevive a la muerte de sus padres y es criado por lobos, apadrinado por un oso y una pantera, y siempre acechado por un tigre. También hay una serpiente, aunque aquí el rol es bastante diferente. Las similitudes y diferencias con el libro son puramente ociosas, pero podrían ser utilizadas para explicar la mirada que tienen los que hicieron el film. La importancia del cazador en esta historia es un poco mayor que en la divertida versión de 1994 y no es parte del libro original. El lobo albino también es un invento, en lo que primero genera una enorme ternura y termina siendo uno de los golpes más dura que tiene la película.
Surge el temor de que la ideología actual obligue al guión a marcar mucho la maldad humana e idealizar al mundo de los animales (ignorando que son más metafóricos que literales todos los personajes) y sin embargo queda claro que eso tiene más peso en la voz en off que en el resto de la historia. Violenta, inquietante, tal vez demasiado cruel, Mowgli no cae en una versión lavada ni tampoco se aleja tanto del espíritu original que todos conocemos. Su postergación en el estreno probablemente la haya ayudado. Sigue siendo afortunado en libro con sus versiones de cine, a la que hay que sumarle esta, tal vez la más adulta de todas.