Muchachos, la película de la gente tiene desde su título la amenaza de la demagogia en su estado más infame. Si lo hicieron para diferenciarse claramente del otro documental sobre el mundial de fútbol de Qatar 2022 o si simplemente se arrogaron ese título de puro populismo, no se termina de saber. Tal vez un poco y un poco. El largometraje está basado en una idea del periodista Ernesto Tenembaum, un cuento de Hernán Casciari y tiene la voz en off de Guillermo Francella. La dirección es de Jesús Braceras. ¿Cuál es la idea de Ernesto Tenembaum, hacer una película sobre el mundial? Eso se les ocurrió a 44 millones de personas en el último año. O tal vez no, la idea es hacer un mundial desde el punto de vista de la gente. No importa, porque la película no está realizada desde el punto de vista de la gente, así que es, como dijimos, es una película del mundial. Una de las dos que se hicieron, un documental de los muchos que están circulando. La idea original no es original, es una obviedad.
En cuánto a la voz en off y el texto que esta narra, la cosa es mucho más complicada. Los mejores momentos del documental no tienen voz en off. Y no es un accidente, sino la certeza por parte del realizador de que esa voz en off arruina los mejores momentos. El documental no es nada informativo y parte de la idea de que todos los espectadores que lo van a ver conocen perfectamente la historia. Muchos de ellos van a ir a buscarse en las imágenes, incluso. Si no es nada informativo, si no es claro ni práctico, entonces ya sabemos que clase de voz en off tiene. En el documental, hace años que este recurso ha quedado reservado para aquellos documentales cuyo caudal de información es tan grande que no hay otra forma de cubrirlo sino a través de un narrador. Por ejemplo, los excelentes trabajos de Ken Burns. Para el resto, usar una voz en off ha quedado asociado a la manipulación del espectador y el sentido de las imágenes. En Argentina, el documental político, adolece siempre de esto, por ejemplo. Pero hay una voz en off que es la peor de todas y es aquella que intenta ser poética, emotiva, llena de golpes bajos. Y sí, adivinaron, estando Hernán Casciari como base para la película, esa es la clase de esperpento que nos encontramos aquí. Al menos sabemos, por el horrible chiste final, que no todo lo que se escucha sale de su texto, pero su espíritu se percibe en gran parte del largometraje.
No culpemos a Casciari de toda esa voz en off, pero sí digamos que es una verdadera vergüenza. El largometraje empieza con un montaje rápido festejando nuestros dos mundiales ganados y luego un desopilante montaje mezclando todos los eventos ocurridos en las calles desde el 2001 hasta el 2022. Todo mezclado, todo lo mismo, todo el prólogo para llegar a Messi. Y sí, la felicidad de Messi es la felicidad de todos. Una vez más se recorre el ahora sencillo camino de atacar a sus detractores (¿Cuántos de los que participaron de la película habrán estado en ese grupo?) y ver cómo finalmente nuestro máximo ídolo les demostró su siempre evidente error. Messi llorando nos hace llorar, Messi sonriendo nos hace sonreír. Es la magia del capitán y la película, a pesar de su empeño, eso no puede arruinarlo.
Dos películas registraron nuestros campeonatos anteriores. La primera fue La fiesta de todos (1979) de Sergio Renán, esta infame comedia de baja calidad y marcada ideología política, tenía un excelente material documental y las imágenes del fútbol y los festejos son un verdadero tesoro. No fueron filmados por argentinos, sino por brasileños que vendieron su material al no salir campeones. La otra, claro, es Héroes (1986), un documental británico impecable en el cuál se atesora todo el mundial por igual y que acompaña a Diego Maradona y el equipo de Bilardo hasta coronarse campeón del mundo. Eterno agradecimiento por esas imágenes imborrables, esta vez sí dentro de un verdadero documental. Lamentablemente Muchachos, la película de la gente tiene un material de una calidad muy inferior, un registro televisivo pasado a la pantalla grande, lo que hace que no se vean tan bellas. Siempre hablando de los partidos, ya que la mitad del material son imágenes de teléfonos grabadas por los hinchas de fútbol, de ahí el origen del título.
Y la idea de creer que los hinchas son más importantes o tan importantes como los deportistas es, de plano, equivocada. Es un mal actual que las personas pierdan más tiempo en registrarse viendo el partido que en vivir el evento en sí mismo. Hay quienes pueden hacer ambas cosas, pero no es el común de la gente. Si hacés una puesta en escena para registrarse como espectador, tu egocentrismo se comió tu admiración por los futbolistas. Imagen que alguien que se ponga a la altura de Lionel Messi y el equipo de Scaloni a la hora del mundial. Eso es, ahora sí, un Casciari auténtico, alguien que se piensa un par de Messi en los momentos de gloria. Ese es el error capital de Muchachos, la película de la gente y en eso pierde mucho tiempo. Personas que ponen cámaras sobre sus televisores con la esperanza de captar su momento gracioso, emocionante o inesperado para que la viralización les dé una alegría extra. Casi todo ese material no sirve para nada, incluyendo el que sufrimos a lo largo de este documental. Las mejores imágenes son aquellas en la que alguien registra con su teléfono a otros, no cuándo las personas se graban a sí mismas. Sí, hay instantes muy graciosos y sorprendentes, cómo un teléfono que se cae de un balcón en mitad de un festejo y sobrevive enfocando al lejano balcón desde donde cayó. O el hincha que se va tatuando los resultados, que otorga el mejor chiste de la película. El fútbol, claro, no importa. Ser hincha de la hinchada, el pecado original de quien no sabe apreciar el talento ajeno.
Sin embargo, revivir el mundial de Qatar 2022 sigue siendo emocionante. En más de un momento, todo mérito de la selección, se nos acelera el corazón y se nos hace un nudo en la garganta. Cuando la voz en off se va, el disfrute es completo, pero cuando nos regresa, nos recuerda que todos debemos sentir lo mismo y que dicho sentimiento debe ser una verdad de Perogrullo, un lugar común, un baldazo de clichés lanzado a nuestro rostro y atacando a nuestra inteligencia. El peor momento es el videoclip que parece hecho por la secretaría de turismo justo antes de la final. Un par de minutos de un clip con lo lindo de la Argentina y su pueblo. Insoportable.
Pero con el documental se activan nuestros recuerdos, con las caras de Messi, de Di María, del Dibu Martínez y el llanto de Aimar todo vuelve a suceder y volvemos a recorrer ese inolvidable mes. El montaje de los partidos es alborotado, desprolijo y no parece preocupado por el fútbol, pero igual se disfruta. El partido contra Croacia parece un chiste, cuando en realidad tuvo muchos momentos memorables. El gol de Mbappé contra nosotros se repite cuatro veces, en detrimento de nuestros propios grandes goles. Sí está muy bien todos y cada uno de los planos compartidos por el jugador francés y Lionel Messi. Nuestra selección jugando es un placer, nuestra selección ganando y la alegría de nuestro capitán es maravillosa. No hay documental tan malo cómo para arruinarlo, o al menos este no lo hace.
Después están los festejos en la 9 de julio y el recibimiento a los jugadores. Es locura maravillosa sí está registrada aunque no aprovechada al máximo. No es realmente la película de la gente en ese aspecto. Con el mundial terminado, ese festejo sí merece ser destacado. Es posible que mucho material no haya estado a disposición de los realizadores así que no sabremos que desecharon y que no pudieron usar. Los testimonios durante los títulos del final no aportan, más bien restan. La película está blindada por recorrer un momento maravilloso de la selección y el fútbol mundial. Y sí, claro, a todos nos conmovió por igual y hay imágenes de hinchas que nos representan perfectamente. Todo lo bueno es mérito de Lionel Messi y el equipo, ya pasó un año, pero la gloria es para siempre.