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Murder Among the Mormons

De: Jared Hess, Tyler Measom

En Netflix hay buenas películas documentales y hay muchas muy malas también. Se pueden encontrar también algunas que son excelentes. Algunas son de producción propia y otra han encontrado en la plataforma un inmejorable espacio de difusión aunque no fueron producidas para el streaming. Con las series y miniseries documentales pasa lo mismo, hay de todo. Pero las producidas para Netflix han mostrado una rápida decadencia, como si hubieran sido hechas más para el algoritmo que por una genuina vocación de hacer algo bueno. Luego de la mala Escena del crimen: Desaparición en el hotel Cecil ahora llega Murder Among the Mormons (2021) dirigida por Jared Hess y Tyler Measom. Una miniserie con tres episodios de una hora de duración cada uno.

El evento central es la explosión de varios aparatos explosivos en Salt Lake City, Utah, en el año 1985. Estos atentados mortales golpearon de cerca a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ya que entre los protagonistas de estos eventos estaba Mark Hoffman, un famoso comerciante de antigüedades que había hecho recientes descubrimientos vinculados con documentos de la iglesia. Una de las bombas explotó en su auto, aunque no lo mató.

Los documentos que generaron gran revuelo entre los mormones tenían que ver con textos que Hoffman decía haber hallado y que cuestionaban algunas de las bases fundamentales del Movimiento de los Santos de los Últimos Días. Estos documentos simplemente contradecían el origen mismo y la historia de su fundador, Joseph Smith. Cuando Mark Hoffman logró vender este documento, encontró otros y aumento la polémica. Aunque el documental lo esconde, no todos en la SUD creían que estos hallazgos eran reales. Antes del atentado ya se había generado una gran polémica al respecto.

El documental quiere centrar su gancho en los mormones, sabe que allí toda la fantasía acerca de esa iglesia puede generar interés y de hecho allí está uno de los móviles. Pero hacerlo recurre a lo que a esta altura podríamos definir como el documental clickbait. Un primer episodio que arranca prometiendo una cosa que al final no va a ofrecer. En el comienzo la serie insinúa que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días pude haber estado detrás de los atentados. Por supuesto que es un disparate, pero la deshonestidad intelectual de los documentales de Netflix funciona así. Nadie creyó eso, pero el documental lo insinúa, así como posterga o directamente ignora otros elementos que explican lo que pasó.

Jared Hess y Tyler Measom pierden el eje porque se dedican al inicio a atacar a la iglesia y no al crimen en sí mismo. Jared Hess, nacido y criado en Utah, estudió en la Brigham Young University, la universidad mormona por excelencia y su carrera como director se ha enfocado en la realización de comedias bastantes exitosas. Tyler Measom, también nacido en Utah, se ha involucrado en varios documentales que cuestionan aspectos de la SUD, como la prohibición del alcohol o su punto de vista sobre la homosexualidad. Incluso ha realizado una película acerca de jóvenes que salieron de una secta religiosa. La iglesia queda en ridículo frente al estafador, pero no hace nada de lo que se insinúa y, recordemos, no tenía la unanimidad que el documental señala para beneficio de su drama.

Pero sí hay una historia interesante en estas alargadísimas tres horas y es la de Mark Hoffman, un genio de la estafa que habría merecido formar parte del documental F for Fake (1973) de Orson Welles si su historia hubiera ocurrido antes. Un talento capaz de engañar a casi todos y una locura vengativa que fue su perdición. Un monstruo del engaño, un psicópata con habilidades insólitas. Ese era el documental y no merecía más que una hora de duración. Con sus trucos baratos y la ilimitada duración que ofrece el streaming, otra vez se arruinó el potencial de una excelente serie documental.