No me rompan es una comedia hecha por gente que no cree en la comedia, que no conoce la comedia, que no entiende la comedia. Eso explica la manera forzada y lastimosa con la cual se intenta hacer reír con chistes sin gracia y construir situaciones que no tiene vínculo alguno con aquello que podría llamarse comedia. Pero las comedias son comerciales y la gente del cine se siente tentada a realizar estos productos sin convicción pero con ganas de hacer un buen negocio. Alguien debería avisarles que las grandes comedias de la historia del cine fueron también muy taquilleras. Pero para eso, una vez más, hay que creer en el humor, hay que tener un mínimo de sentido del humor.
No me rompan en la historia de dos mujeres cuyos destinos se cruzan, convirtiéndolas en inesperadas aliadas contra un villano y todo lo que este representa. Por razones diferentes, ambas ven amenazadas sus vidas por culpa de un gurú de la belleza que es en realidad un peligro estafador que vende tratamientos estéticos criminales. Vera Lombardi (Julieta Díaz) es una mujer que tiene un emprendimiento de productos de belleza completamente naturales que además de ese trabajo debe ocuparse de sus hijas, su marido y su casa. Ángela Trigal (Carla Peterson) es una famosa actriz de televisión que ha sufrido una traumática separación y se preocupa por su aspecto estético al sentir que tal vez sus mejores años ya quedaron atrás. Ambas pierden la paciencia y terminan, guión mediante, en el mismo imposible grupo de control de ira.
Control de ira, mujeres solidarias, comedia feminista, buddy movie, todas formas de humor que han dado buenos ejemplos a lo largo de los años. Sin embargo, no hay un sólo momento gracioso en toda la película. El inicio es con una ya agotada burla a los programas de televisión, uno de los más mediocres e hipócritas clichés del cine argentino. Ahí demuestran que los realizadores creen que están por encima de todo eso. En el fondo creen que están también por encima de la comedia. Al menos eso es lo que se ve en este producto tan desganado y fallido. El dúo protagónico se pelea por ver quién actúa peor, pero en ese aspecto Carla Peterson no tiene competencia, gana por goleada. Eso no exime a Julieta Díaz, una actriz de verdad, de hundirse en el mismo concepto de trazo grueso de todo el largometraje. Apariciones especiales de subrayado obsceno incluyen a Fito Paez y Nancy Duplaá. Esteban Lamothe se ve empujado a interpretar a un mal actor y el resultado es por lo menos caótico y confuso.
El clímax de la película no sirve ni para burlarse de lo malo que es el guión. Hay comedias fallidas que en su locura terminan generando algo de simpatía. No es el caso. Basta escuchar la música del comienzo para entender la fuerza que están haciendo para avisarnos que estamos frente a una comedia. Si no les gusta el género, simplemente prueben con otra cosa, no le hagan perder el tiempo a la gente.