Noche americana juega, desde el título, con cierta cinefilia al mismo tiempo que abre la puerta para que todo pueda pasar. Iván, un joven de veinticuatro años, queda varado en Roma y la aerolínea le asigna un hotel para que pase la noche. Se trata de un hotel de lujo, lo que lleva a que el destino lo cruce con Michelle, una estrella de cine internacional nacida en Argentina y veinte años mayor que él. Fascinado por su presencia, busca acercarse a ella tímidamente, cosa que ocurre torpemente cuando un argentino conocido de Iván, resulta ser empleado del hotel. Este pesado produce un primer choque entre el joven y la estrella, lo que anuncia que el aire a Perdidos en Tokio que la película traía tal vez se transforme en algo diferente.
Y sí, cambia. Todo el encanto inicial se rompe con una trama policial torpe, mal resuelta y peor actuada. Curioso porque todo estaba bien al comienzo. El volantazo podría tomarse como la idea de una locura vivida por el protagonista, un momento en el cual la magia del cine se cruza en su camino para luego abandonarlo. En la teoría podría ser, la “Noche Americana” del título refiere a un evento que se desarrolla en el hotel en homenaje a Estados Unidos. Un homenaje a la fantasía de Hollywood, podría entenderse. El final podría indicar eso. La vuelta de tuerca del cierre, sin embargo, habla de cierta arbitrariedad que no termina de cerrar. Despareja, algo perdida en el medio, Noche americana pudo haber sido mucho mejor.