LA SOLIDEZ DEL CINE EN SERIO
Elegir como ejemplo del buen cine industrial una película de Clint Eastwood, Steven Spielberg o Tim Burton no tiene demasiado mérito. Ellos son autores de probado oficio que a lo largo de los años han sostenido una coherencia estética e ideológica fácilmente reconocible. La defensa -a partir de la admiración- del cine industrial norteamericano debe pensarse en términos de un film como Operación Valquiria, de Bryan Singer, genuino exponente del sólido y efectivo oficio de hacer cine que se ha desarrollado durante un siglo en Estados Unidos. Entretenimiento, emoción, suspenso, despliegue de producción generoso, actores de probado talento y sobriedad, y una historia que atrapa de principio a fin. Podríamos decir que eso es lo mínimo indispensable para sentir deseos de estar dos horas en una sala viendo una película. Mérito extra y prueba de lo dicho es que el film necesariamente no puede ocultar su final o, al menos, la imposibilidad del éxito de la operación. Aun sabiendo el desenlace, la película conmueve de principio a fin. Un héroe complejo que tiene una doble misión llena de contradicciones, por un lado la ética y la lealtad del protagonista y su entorno, por el otro los inconvenientes logísticos para llevar adelante la empresa. Es posible que el gran artífice de Operación Valquiria sea Tom Cruise, que realiza una actuación notable, a la altura de las grandes estrellas de la historia del cine, categoría a la que pertenece hace años aun sin tener una carrera tan prolífica como alguien podría creer. No hay que olvidar que Cruise es una de las pocas estrellas en actividad que puede decir que trabajó con varios de los cineastas más significativos del cine de las últimas décadas. Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Brian De Palma, Stanley Kubrick y Steven Spielberg, son algunos de los nombres que lo eligieron o fueron elegidos por el actor. Siendo Cruise además, uno de los principales nombres de United Artists -compañía productora del film-, no quedan dudas de su ingerencia en las decisiones claves de este proyecto. Por otra parte, el director Bryan Singer y el guionista Christopher McQuarrie, quienes ya trabajaron ambos en Los sospechosos de siempre, no pierden jamás el rumbo del relato y no hay una sola escena en todo el film que no haga avanzar la trama o aporte algo fundamental a la historia. Sin ningún alarde ni ostentación y manteniendo una puesta en escena clásica, Operación Valquiria supera ampliamente a todas las revisiones sobre la Alemania nazi que se han hecho en la última década. Queda claro que si se desea hacer un film industrial, no es necesario esconderse detrás de truco alguno, basta con saber cómo se hace cine en serio.