EL MAGO QUE HACE DESAPARECER LA MAGIA
Oz: el poderoso es una especie de precuela del clásico El mago de Oz (1939) protagonizado por Judy Garland. Pero en esencia se trata de una película basada en los textos de L. Frank Baum, el autor del libro que inició este universo de fantasía y que continuó en doce historias más. Las acciones que narra el film son anteriores a la llegada de Dorothy a la tierra de Oz. El largometraje todo el tiempo intenta hacer referencias a aquel clásico del cine tan querido y tan influyente en la historia del cine. Pero no hay mayor comparación para hacer, al menos si uno no quiere enojarse con esta gigantesca producción de Disney. La decepción que produce Oz no está sólo en la comparación, sino en sus propios errores. O mejor dicho, en su muy pobre idea de cómo concebir un buen producto. Con un blanco y negro y una pantalla cuadrada para homenajear a El mago de Oz, la película arranca ya con falta de ritmo, con encanto nulo. Cuando el mago chanta llamado Oz termina tornado mediante- en la tierra que lleva su nombre, la pantalla se vuelve ancha y a todo color, pero ni eso ni el 3D logran que el film transmita algo de magia.
Es curioso como aun con toda la tecnología a su disposición, no puedan hacer que el mundo de Oz se vea real; real en el sentido de que tenga fuerza cinematográfica. No es imposible lograr algo de eso, porque aquel título de 1939 brillaba en lo visual. Pero el brillo no es tecnología, el brillo es sensibilidad artística, buen gusto, sensibilidad. Todo lo que le falta a Oz: el poderoso. El casting tampoco funciona porque James Franco no tiene el abanico histriónico que el personaje de Oz requería, Mila Kunis no tiene el rostro para el maquillaje que el film requiere, y Raquel Weisz y Michelle Williams no muestran, a pesar de su probado talento, el más mínimo esfuerzo por darle fuerza a sus papeles. El film sufre de los mismos defectos de Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton, de hecho tienen el mismo productor, pero en Alicia, Burton se las ingeniaba para mezclar su gran mundo visual y la película, sin ser personal, encontraba un rumbo. Acá, irónicamente, el único momento bello son los títulos del comienzo, donde parece que estamos, incluso en blanco y negro, frente a un film de Burton. A un film de Burton de los mejores. Lamentablemente la alegría dura muy poco y como ya fue dicho, desde las primeras escenas la película ya se nota desabrida y sin vida. Hemos de asumir, por los trucos del mago, que se trata de un homenaje al cine y su fuerza liberadora. Pero pequeño homenaje es este film para el arte cinematográfico.
Sam Raimi, director de terror de culto y de tres films de El hombre araña, acá desaparece por completo y entrega una película carente de cualquier encanto. Una pena, porque por cada película mediocre que se hace, se pierde la posibilidad de hacer una realmente buena. Consigan ya El mago de Oz de 1939, esa película sí vale la pena y tiene todo, absolutamente todo lo que Oz: el poderoso no tiene.