Cuando el multimillonario tecnológico Slater King conoce a la camarera Frida en su gala de recaudación de fondos, la invita a unirse a él y a sus amigos en unas vacaciones de ensueño en su isla privada. Pero Frida y su amiga saben de antemano que Slater tiene un pasado oscuro del cuál dice haber arrepentido. Aunque el riesgo de dicho viaje intempestivo -se van directo desde una fiesta- es alto, ambas mujeres no pueden resistirse a la tentación, personalmente Frida, que se siente atraída por el millonario. Pronto descubrirá cosas extrañas que le harán cuestionar su decisión.
La ópera prima de la actriz y cantante Zoë Kravitz cumple con todos los requerimientos que marca la agenda actual. Los hombres blancos millonarios siempre serán lo villanos, más aún si son heterosexuales, las mujeres no blancas son las heroínas y sus aliadas pertenecen a otras minorías raciales y finalmente todo se enmarca en el contexto del cine llamado de terror elevado. Una copia bastante burda de algunos elementos expresados con mayor eficacia en ¡Huye! de Jordan Peele. Aunque hay algo de osadía en desplegar una crítica que indirectamente podría afectar al mundo de Hollywood, lo cierto es que no había motivo para que fuera indirecta y prefiere la directora arremeter contra los magnates tecnológicos en lugar de atacar a músicos y productores de cine, algo que la habría conectado con casos recientes de millonarios siniestros.
Para bien o para mal, Parpadea dos veces tiene a una protagonista arribista y no del todo ética que en el fondo sólo busca convertirse en ella en la que ejerza el poder de forma monstruosa, no hacer justicia o detener a los villanos. En esa honestidad brutal la película se hunde y se vuelve algo más honesta. A Zoë Kravitz no parece molestarle que haya hombres abusadores, sino que no existan mujeres abusadoras que puedan arrebatarles el poder y comportarse con ellos.