EL JUEGO DE LAS LISTAS
Todo libro que intenta resumir la historia del cine en sus títulos imprescindibles provoca en el lector su afán de discusión y debate. Aun antes de abrirlo, cualquier que sienta pasión por el cine sabe que discutirá los títulos de la lista. Ha de suponerse que hay tantos listados como espectadores y aunque hay títulos por demás previsibles, nunca se logrará la unanimidad. Cuando se coincide, se felicita al autor, cuando se difiere, se produce una desconfianza. Ejemplo de esto es que en tapa la primera película que aparece es Rio Bravo (1959) de Howard Hawks. En lo que a mí respecta, eso me genera confianza y simpatía por el libro, aun cuando la elección de la foto tal vez haya sido un poco azarosa. Para los expertos, este libro no trae ningún film desconocido y, por suerte, no juega al snobismo de dotar de importancia a insufribles títulos actuales que solo habitan algunos festivales y que jamás llegarán a los lectores del mundo. No a más de 300 por país, al menos. El libro Películas claves de la historia del cine sabe, desde el prólogo, que es complicado saber que película será clave cuando hace solo unos años de su realización. También sabe que aquello que no vio el público no puede ser clave tampoco. Claro que los estudiantes, los historiadores, los críticos y los cineastas también son un público. Un film que los incluya a todos esos como admiradores, sin duda tiene chances de figurar en esta antología.
Elogio de la practicidad
Películas claves de la historia del cine no es el primer libro de esta cada vez mayor moda de enumerar películas por década, taquilla, premios, etc Pero lo que lo hace valioso es que intenta ir al grano y con velocidad. Es un libro de consulta veloz y práctico que puede investigarse, pasando de una película a otra, con datos precisos y concretos, no con vueltas que posterguen la ubicación del espectador en el tiempo, el lugar y las motivaciones del film. Con un criterio autoimpuesto de poner una película por director, con algunas notables excepciones que permiten incluir dos, abre el juego a más cineastas. El autor explica, con razón, que este criterio se debe a que Fritz Lang y Luis Buñuel deberían tener diez películas en esta antología antes de pasar a otros directores. Es verdad. Y lo mismo se podría decir de John Ford, Alfred Hitchcock, Howard Hawks, no solo por la extraordinaria calidad de su cine sino por la cantidad y la importancia de los mismos. Sumarle a Robert Bresson, Orson Welles, François Truffaut, Akira Kurosawa, Steven Spielberg, terminaría por hacer que el libro solo tuviera veinticinco directores en lugar de más de cien. Para no volverse del todo críptico, el libro tampoco sale a buscar los films perdidos de países nos centrales, sino que se centra en los que han llegado -y se han quedado- en Europa, puntualmente en Francia, que es de donde proviene este libro. Esto último no se dice, pero queda en claro al leer el libro. Y eso nos lleva a lo que establecimos al comienzo: el autor, su edad, su país de origen y obviamente su gusto condicionan todo el libro, aun un libro tan “objetivo” como desea ser este.
Grandes clásicos de la historia del cine mundial.
Pasando a la lista hay que decir que el libro se atreve a comenzar bien desde el origen. En su primera parte, llamada El Arte mudo, aparecen La llegada del tren a la estación (1895) dirigida por los Hermanos Lumière, Viaje a la luna (1902) de George Méliès y Asalto y robo al tren (1903) de Edward S. Porter, no siempre rememoradas en estas antologías, lo que atenta también a la importancia de esta clase de publicaciones a la hora de servir, aunque sea un poco, como libros de historia del cine. El libro se ocupa mucho del período mudo y allí no parece faltar nadie aun cuando uno empiece a estrenar ciertos títulos que, debido a la política de elección de películas ya mencionadas, no pueden ser incluidas. Y sí, en la arbitrariedad -aun en un listado tan sobrio como este- esta el gusto, incluso aquel que no coincide con el nuestro. Lo primero que se extrañará es El hombre sin brazos (The Unknown, 1927) de Tod Browning que, por el criterio explicado antes, solo tiene un film en el libro y obviamente es Freaks (1932). El período sonoro no podría empezar con otro título que no fuera El cantor de jazz (1927), dirigida por Alan Crossland, que dio nacimiento oficial al sonido en Hollywood y por extensión al resto del mundo. El autor apuesta a los títulos “clave” como el bien lo indica en el título y no habrá ningún riesgo ni sorpresa para quien conozca la historia del cine a fondo. Para el espectador más amateur el libro, por el contrario, se volverá apasionante en este segmento del libro llamado La edad dorada del cine sonoro. Los títulos, conocidos o no, son maravillosos. Y lo mismo pasa con el tercer sector del libro llamado El cine de la posguerra. Tanto en el anterior, como en este, están todos los títulos esperables y prácticamente no hay ninguna sorpresa. ¿Cómo dejar afuera a El ciudadano, Cantando bajo la lluvia, Sunset Blvd. o La ventana indiscreta (aunque esta última le roba su espacio a Vertigo, un título más común en las antologías)? Por otra parte, si el que se acerca al libro no es un experto, no incluir estos títulos sería invitar a la mala interpretación del período. La cuarta parte, llamada Las nuevas olas ya trae más picante porque se produce un gran cambio: hasta 1959 (ahí arranca ese capítulo) el cine industrial era sinónimo de buen cine, incluso tan bueno o mejor que el cine de autor. Seguramente porque los directores industriales también eran autores. Pero ya para fines de los 60 se nota que el autor del libro no considera que esta tendencia continúe y empiezan a escasear los títulos de Hollywood, así como a sobrar algunas películas del resto del mundo que ya a esta altura podemos empezar a discutir si tienen o no categoría de películas claves. El último sector de libro, nominado Tendencias contemporáneas aumenta la polémica, pero lejos de ser perjudicial para el libro, le sirve para ser más entendible en cuanto a la apreciación del cine. ¿Cómo saber si una película de 1995 será una película clave? Algunos títulos franceses que aparecen no creo que estuvieran en otras antologías y es difícil precisar si el film más perdurable de tal o cual autor sea el elegido. Pero de eso se trata, de cierta arbitrariedad coherente con las propias reglas del autor. No faltan, eso sí, Con ánimo de amar de Won Kar-wai, Flores de fuego de Takeshi Kitano, Detrás de los olivos de Abbas Kiarostami, La celebración de Thomas Vinterberg e incluso La vida es bella de Roberto Benigni. Porque el autor bien lo dice, los criterios del listado no son los de elegir las mejores películas de la historia del cine (lista arbitraria y subjetiva por excelencia) sino los films claves. Una vez terminado el libro hay dos posibilidades: la primera es tratar de ver todos los films mencionados. La otra es armar nuestra propia y lista, para descubrir, después de todo, que cada uno de nosotros tiene una propia historia del cine y con el cine y que es tan personal como la que acabamos de leer. En ambos casos, Películas claves de la historia del cine es una invitación a seguir pensando y disfrutando aquello que más nos gusta y nos llevó a leer este entretenido libro.