Plaza Paris es la historia de dos mujeres, de dos realidades diferentes, de dos clases sociales e historias de vida completamente opuestas. Ambas viven en Río de Janeiro. Una de ellas es Gloria (Grace Passô) que trabaja como ascensorista, vive en la favela y su hermano Jonas está en la cárcel. Gloria decide contarle sus conflictos a una terapeuta, Camila, nacida en Portugal, cuya vida, por supuesto, es complemente diferente. Las que en un principio pueden ser sesiones de terapia sin mayores consecuencias, se convertirán luego en una compleja red en la que ambas mujeres quedarán involucradas.
Si las películas son o no un fiel reflejo del lugar donde han sido filmadas no siempre es fácil saberlo, pero Plaza Paris ofrece un crudo retrato de tensiones sociales y violencia en una Río de Janeiro que se siente real. Las historias de abuso, criminalidad y sordidez se mezclan con una vida más tranquila y acomodada, donde parecen, salvo momentos de roce, dos mundos distintos. La directora busca encontrar en un posible choque de ambas situaciones, las preguntas sin respuestas que el entramado social produce. A todo lo descripto debe sumársele la presencia de la religión, tema no menor en la sociedad brasilera. No es una película perfecta, pero en estos días en los que los ojos del mundo parecen mirar a Brasil, Plaza Paris se vuelve aún más interesante para tratar de entender cómo funciona un país tan cercano al nuestro.