Esta es la sinopsis de Proyecto 55: Una pesadilla recurrente lleva al cineasta a una búsqueda visual en primera persona, que partiendo del bombardeo a Buenos Aires de 1955, construye un perturbador ensayo sobre la violencia. Vinculando una diversidad de materiales atraviesa las dos guerras mundiales, Vietnam y las armas atómicas, construyendo una línea de sentido que interpela acerca del mundo que construimos para nosotros y para las próximas generaciones.
El documental es un género mucho más amplio y complejo de lo que en general el público cree. Acostumbrados al documental televisivo, la gente cree que se trata de una especie de libro de texto que reconstruye una historia de la vida real, pero pocos lo imaginan como una forma de arte cinematográfico. El documental es un género de una libertad absoluta y al mismo tiempo está marcado por importantes decisiones éticas. Un documental mediocre puede ser interesante, un documental brillante es una película inolvidable.
Hay documentales más artísticos y modernos, marcados por la audacia estética y las búsquedas formales. Estos documentales cuando fracasan son insoportables. Hay muchos documentales en primera persona, donde acompañamos al realizador y protagonista en sus búsquedas y descubrimientos. Si ese realizador y protagonista no tiene el talento suficiente ni su historia está bien armada, todo se convierte en una película casera sin interés y bastante vergüenza ajena.
No todos los documentalistas son Jonas Mekas, por decirlo mal y pronto. Incluso grandes cineastas han tenido intentos por acercarse al documental y quedaron fechados por modas o ideas muy de la época. Proyecto 55 es uno de esos documentales adocenados y sin interés que afloran todo el tiempo en el cine argentino, semana tras semana, sin casi público, sin que nadie se entere de su existencia. Con verdades a medias, frases de Perogrullo y la idea simplista de que si uno dice ciertas cosas se coloca automáticamente del lado de los buenos en este mundo. No hay peor defecto para un documental que la simplificación ideológica y la manipulación de la información para que cuadre con su tesis original.
Proyecto 55 podría haber sido un documental experimental, a partir de las pesadillas de su realizador vinculadas con las guerras y la violencia. Pero no puede serlo porque se vuelve atolondrado en su deseo de conectar todo lo que quiere decir, mezclando hechos que están conectados con otros que no, escondiendo otros que pueden molestarlo y entregándose a filmarse a sí mismo con solemnidad y gravedad, como si acaso estuviera descubriendo una verdad revelada solo a él y los suyos.
El disparate a la hora de saltar de una cosa a otra no responde tanto a un aspecto onírico como a una deshonestidad intectual, tal vez no con el espectador sino consigo mismo. Le podrá resultar tranquilizador al director la combinación de hechos que pone del lado bueno de la vida y sobre todo aquello que pone del lado malo del universo. Las piruetas que hace para lograrlo son dignas de mayores empresas o en todo caso de mejores películas.