Peliculas

QUÉMESE DESPUÉS DE LEERSE

De: Joel y Ethan Coen

NO SOMOS NADA

Corría el año 1984 cuando se estrenaba Simplemente sangre (Blood Simple), un policial negro con toques de cine fantástico y un humor estilo clase B. Nacía a partir de allí una de las carreras más polémicas y comentadas del cine contemporáneo, la de los Hermanos Coen -como se los conocería de ahí en adelante, aunque en la dirección por aquellos años sólo figuraba Joel, y Ethan aparecía acreditado como productor. Veinticuatro años más tarde, se han hecho cargo y ya ambos figuran en sendos créditos. Rara es la trayectoria de dos realizadores tan importantes que son hermanos (no son los únicos, claro) y aun así poseen un estilo tan personal. Una de sus características más notables, el humor, ha sido siempre una constante, aun en casos como Quémese después de leerse, una comedia negra y desesperada. Las pocas carcajadas que logran librarse de la angustia retumban sin duda en un silencio posterior debido a las ideas que los Coen muestran en esta nueva película. Como en Simplemente sangre y como en la mayoría de sus films, la historia policial aparece y los enredos y equívocos conducen a hechos increíbles que no pocas veces llevan a la tragedia. Como en muchos de los títulos firmados por ellos, Frances McDormand es la encargada de representar a esta antiheroína que avanza con total certeza en pos de un sueño ridículo para todos, pero imprescindible para su persona. Su lógica es la lógica de su absurdo y los engranajes se moverán a partir de sus arrebatos. Ella no duda, ella tiene un objetivo. Tal vez por eso hace avanzar la trama. Ella es la única que quiere algo realmente concreto, mientras que los demás habitan universos confusos, frágiles y sin convicción, ella posee la fuerza que a los demás les falta. Pero los Coen no le otorgan un sueño noble y gigantesco como a una heroína común, su sueño es uno de esos “colmos” de los que habla Frederic Astruc en su libro “El cine de los Hermanos Coen”. Linda Litzke trabaja en el gimnasio Hardbodies, pero su ambición es hacerse cuatro operaciones de cirugía estética al mismo tiempo para poder verse mejor. Aunque el gran colmo del film también sea el que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) no sepa ni cómo empezar a lidiar con este enredo ridículo que se abre y se cierra sin que ellos tengan que hacer casi nada, a pesar de involucrar a uno de sus ex analistas. Suelen ser la casualidad, la estupidez y la falta de comunicación lo que produce en los Coen esta clase de desastres en la vida de sus personajes. Pero los Coen, lejos de lo que sus detractores pensaron desde siempre, no son cineastas superficiales y la estupidez de sus personajes no es siempre literal. La estupidez en los Coen también es una metáfora de nuestra incapacidad de entender el mundo y de controlar las cosas. El mundo es incontrolable y la vida, breve y salvaje. Mucho se insiste en Sin lugar para los débiles y en Quémese después de leerse en la idea de la vejez, la inestabilidad de los vínculos afectivos, lo volátil y doloroso del amor, la amargura del quedarse solo, aun estando con alguien. Nadie sabe nada en el cine de los Coen, pero ellos no hablan desde un lugar de superioridad sobre sus personajes, sus personajes son ellos mismos. Comedia o no comedia, sus películas se han empezado a preocupar por el paso de los años, el deterioro del cuerpo, la soledad y la muerte. Y en el incomparable rostro de esa gran actriz que es Frances McDormand han depositado la carga de ese sin sentido que es la existencia. Y de esos pequeños seres que habitamos este planeta de forma atolondrada, dando manotazos en la oscuridad. Linda podrá ganar una batalla, pero, desde ya, no la guerra.