EL ESPÍRITU DEL OESTE
Insistir una vez más sobre la grandeza del western parece redundante. Pero no por redundante es menos necesario. Se podría decir, exagerando un poco, que es más difícil hacer un mal western que uno bueno. Es que las metáforas que rodean al género lo convierten en un insuperable punto de partida. Su iconografía es, además, tan visual, poderosa y bella que resulta incomprensible que no sea el género popular por excelencia. Ya lo dijo el realizador Jean Pierre Melville: El western es el cine, es la forma más perfecta de espectáculo cinematográfico Un buen western, en color, y en scope resulta extraordinario Es difícil hacer algo que no se parezca a un western. Esta última frase es muy acertada, ya que el western podrá no ser el más popular entre los géneros, sin embargo, muchos géneros toman varios de sus elementos al aprovechar su iconografía y reproducir sus mitos.
En la actualidad, el western está tan vivo como lo están los mitos griegos o la obra de Shakespeare, pues propone un terreno fértil para temas universales. Su magnífica carga visual multiplica, además, esta complejidad al dotarla de una belleza arrebatadora. Por eso se puede afirmar que el western es más cine que cualquier otro género, porque es la forma más perfecta de arte cinematográfico, una suma de metáforas, espacios, temas y mitos. Volviendo al comienzo, es cierto que cuesta pensar que se pueda arruinar un género como éste, varios lo han logrado, seamos sinceros, pero no todos los días alguien consigue hacer un western de primera línea. Pero como el propio film nos enseña, del lugar menos esperado, a veces, surge un héroe. Y así es. Sin anuncios previos, sin demasiado escándalo, el segundo western en un mes (el primero fue Temple de acero de los Coen) resulta ser una joya del género.
¿Cómo hacer un western clásico en el cine actual? Ya bastante difícil resulta pedirle a los espectadores actuales que estén a la altura de la grandeza cinematográfica y moral del género como para que además se les demande que estén a tono con el clasicismo. Así que, a excepción de Clint Eastwood y Kevin Costner, los westerns hoy tienden a derivar del revisionismo de Sam Peckinpah y de la parodia de Sergio Leone. Estos dos cineastas hicieron mucho por el género, pero parecería que clausuraron la lectura del western clásico para las siguientes generaciones. Eastwood hereda mucho de ellos y también de Don Siegel, pero por encima de cualquier otra cosa le imprime al género un clasicismo incomparable. Rango es un film de dibujos animados, por lo que necesita servirse del humor para abordar el género. Las imágenes del spaghetti western y de Sergio Leone se multiplican por doquier, la iconografía base parte de ahí. Y los homenajes e intertextualidades son, como es habitual en los films animados, muchísimos. Bastaría mencionar Pánico y locura en Las Vegas para mostrar la locura que posee el film. Los amantes del western tendrán en ese sentido más de un motivo para festejar y sorprenderse. Pero no es ese el encanto principal ni el valor de Rango. La película tiene identidad, fuerza y sentido propios.
El western es la frontera. La frontera entre la civilización y la barbarie. El momento en el que se instala la ley, el espacio de las máximas tensiones, el final de una época y el comienzo de otra. Es decir: puro conflicto, drama, tensión. Cualquier western que se precie de serlo sabe que tiene que pasar, directa o indirectamente, por este tema, por este marco que está en el corazón mismo del género. Claro que no es el único tema, pero es el que atraviesa todo. Rango tiene un héroe inesperado, que vive fantasías actorales mientras lleva una cómoda vida dentro de una pecera. El destino lo lanza a la aventura. Irónicamente lo saca del mundo civilizado y lo lanza de lleno a una forma de salvaje Oeste. Otra frontera que la película explora es la del clasicismo y la modernidad. El film arranca con un juego moderno, de cine dentro del cine, y más de una vez brilla de humor al mostrar los límites de la narración, pero a la vez se sumerge en las aguas más profundas y complejas de la narración clásica. El villano digno heredero del Lionel Barrymore, silla de ruedas incluida- es un poderoso que representa la clase de villano que viene con la civilización, al mismo tiempo que es el hombre feudal de la barbarie. Rango es el hombre común metido en una historia extraordinaria, llamado a ser un héroe y devolverle a los integrantes del pueblo la fe que han perdido.
Otro tema del western desde Ford a Eastwood- es la construcción del mito. Las ansias actorales del protagonista lo convierten primero un héroe de mentira y, luego, el mito que él detenta y que todos quieren creer se termina transformando en realidad. El mito une al pueblo, es el factor de cohesión y la base para el futuro. Rango pasa también por este tema como por otros muchos tan cercanos al western y a la experiencia humana. Es triste si algún espectador no puede todavía ver la absoluta claridad con que a partir de los animales animados pero personalizados- un film como Rango explora y explota al máximo las posibilidades del cine.
Además de lo dicho, Rango es un film que acierta en todo lo que se propone. La narración es brillante, el ritmo que tiene la película es arrollador, el humor funciona de punta a punta incluyendo unas lechuzas mariachis que tiran mala onda todo tiempo-, los personajes son sorprendentes, así como los actores que interpretan sus voces. La emoción también aparece, hábilmente, combinada con el humor nonsense que reina en la película. Unos últimos detalles a mencionar: la película posee la dureza, la complejidad y la ambigüedad de un film adulto, no es oscura donde no corresponde y esto no implica que sea un film lavado. De la misma manera que un film para todo público del cine clásico era, en definitiva, un film adulto, Rango lo es. La caracterización de cada uno de los personajes es un trabajo digno de admiración, son muchos personajes creados con una precisión y una originalidad fuera de serie. Y finalmente, y no por eso menos importante, la belleza de la película la ubica entre lo mejor de los últimos años. Desde las canciones, excelentes y fieles al género, hasta la luz de cada una de las escenas. Con el veterano Roger Deakins como consultor visual y con un trabajo minucioso, Rango es una obra de arte a la vez que un film comercial destinado a una carrera popular. Que los espectadores aprecien los westerns y disfruten de Rango no es un deber ni una imposición, es apenas una expresión de deseo.