Rápidos y furiosos es una franquicia de películas que pasó de un origen vistoso pero mediocre a convertirse en una fiesta de acción y aventuras que desde su quinta entrega ya forma parte del mejor cine industrial de los últimos años. Ya van nueve películas, una de las cuales aún no se estrenó, y llegó ahora la idea de ramificar ese universo con un spin off. Si las secuelas son complicadas y las precuelas lo son todavía más, hay que destacar que los spin off suelen ser directamente un callejón sin salida. Sin estar en el centro comercial de la franquicia, perdiendo varios de sus elementos claves, un spin off suele estar llamado a vivir siempre en un segundo plano.
Los personajes elegidos acá son el agente Hobbs (Dwayne Johnson) y el mercenario Shaw (Jason Statham) quienes por su química en Rápidos y furiosos 7 fueron elegidos para tener su propio film. En el espíritu familiar que la saga fue adquiriendo, acá el tema familiar vuelve a aparecer de forma central, incluyendo a la hermana de Shaw, Hattie (Vanessa Kirby) y a su madre presa (Helen Mirren). También está la pequeña hija de Hobbs y una historia con su hermano al que no ve desde hace décadas. Hermanos alejados, padres e hijas, madres e hijos, todo un sector del film apuesta a esto. De hecho es una de las muchas líneas que la película trabaja.
Hattie se inoculó con un virus letal para que no caiga en manos del terrorista Brixton (Idris Elba), un personaje de humano tecnológicamente mejorado, a mitad de camino entre humano y máquina. Hobbs y Shaw deberán rescatarla antes de que caiga en manos de Brixton o que el virus la mate. El mundo está en peligro con esta amenaza. Un McGuffin hecho y derecho, como nos enseñó Alfred Hitchcock. Una simple excusa argumental para hacer avanzar la trama. De manual, pero no por eso malo, al contrario, funciona como tal. A todos los actores mencionados, todos de excelente nivel, hay que sumarle a Eddie Marsan, uno de los grandes secundarios del cine contemporáneo. Sin duda todos ellos –más varios cameos- son el gran atractivo del film.
Los problemas son otros. Rápidos y furiosos nació como una franquicia de acción que luego se convirtió en acción y aventuras, lanzándose con todo a un mundo imposible pero creíble. Acá la trama es ciencia ficción y nada, absolutamente nada resulta creíble, ni para el género, ni para el cine. Todas las escenas tienen contradicciones ridículas y disparates que casi nunca son simpáticos. En las películas de la saga se podía tener todo tipo de medio de transporte. Aviones y submarinos llegaron a ser parte de las persecuciones y todo resultaba lógico dentro de los films, porque los guiones eran buenos y estaban bien filmados.
Acá el villano parece un Terminator sin humor, sin peligro, sin impacto. Las citas cinéfilas no suman, restan. Los guiños y las bromas de la cultura pop nunca fueron motivo para hacer que una película sea buena, pero ahora además se han vuelto molestas. Es hora de pensar seriamente en volver a las películas que no hagan referencia explícita a otros films o personajes. Acá no suma. Tampoco suma que las frases y los gags se repitan una y otra vez. Lo que quedó claro en los primeros veinte minutos de película no tiene que ser subrayado durante las dos horas siguientes.
Una franquicia traicionada, una historia de familias, un film que busca más comedia que acción, que se inscribe en lo que se llama Buddy Movie, y desde su presentación al estilo Dos tipos audaces cree que es todos soplar y hacer botella. Por suerte el personaje de Hattie, tanto para el humor como para la acción, le da un poco de dinámica a las situaciones que parecen prefabricadas y poco fluidas.
Como toda saga que se extiende, Hobbs & Shaw ha renunciado por completo a la violencia realista y aunque en el guión se nota que se trata de una historia violenta, la sangre ha desaparecido casi por completo, lo que en algunas escenas resulta un poco ridículo. Varios momentos producen vergüenza ajena por lo fallidos que son. Lo único que logra darle vida a la película es cuando aparecen los autos y se arman esas coreografías ridículas y a la vez felices. De esas hay solo una hacia el final, el resto del tiempo las cosas no terminan de arrancar. Es un poco triste que con tanta certeza y alegría prometan una segunda parte, si no pueden hacer nada con la primera. Debería estar prohibido para los guionistas que se crean tan seguros de la continuidad de la historia si ni siquiera pudieron lograr que el comienzo funcione.